Estos días de finales de junio
marcan al mismo tiempo el término del curso escolar, el inicio del verano y el
solsticio con la noche más corta y el día más largo. Alrededor de estas fechas
eran muchas las celebraciones y ritos en nuestros pueblos, todos ellos
relacionados con la naturaleza, con fiestas de recolección de ramas verdes en
los campos cercanos. Muchas veces, los jóvenes sobre todo, pasaban toda la
noche entre danzas y disfraces confeccionados con estas ramas y flores.
Un ejemplo de fiesta por San
Juan es Torralba del Río y el baile de la balsa, aunque para decir verdad esta
fiesta tiene muchos más componentes que el propio baile alrededor de un hombre
enramado como protagonista.
Por un lado tenemos en Torralba
los datos de la creación, el 30 de septiembre de 1375, de una hermandad de
ballesteros para la defensa de la villa. No es de extrañar que en estos valles
rodeados de peñas y sierras, en zona fronteriza del reino, Torralba tuviera que
protegerse además de con una fuerte muralla de la que queda gran parte, con una
partida organizada en la captura de bandidos y malhechores. También de esta
hermandad es heredera, hoy en día sin fines belicosos, la Cofradía de San Juan.
Todavía en 1605 los miembros de esta cofradía seguían portando ballestas y
espadas, indicativo de que dos siglos después de su fundación era necesario el
uso de la fuerza para la defensa de la villa.
En esta fiesta de Torralba
conjugan también las leyendas de malvados que saqueaban los pueblos y se
llevaban a las mujeres. Se cuenta que uno de estos bandidos –Juan Lobo, dicen
que el último de los que había por estos valles- fue capturado en una de las
peñas de la Sierra de Codés. Una vez apresado, fue trasladado a Torralba y
ajusticiado junto a la balsa.
Es esta antigua historia
–leyenda o realidad- la que se representa hoy en día en Torralba, pero está
aderezada con otros ingredientes interesantes. Por ejemplo, el día empieza con
auroras y le sigue una misa y procesión con San Juan ataviado con roscas hechas
por los vecinos. Aquí tenemos, en poner alimentos junto a los santos -a veces son
animales como el gallinero de Santo Domingo de la Calzada-, recuerdos de modas
de la época barroca.
También hay en Torralba otra
marcha cívica por las casas de los cofrades en la que se cantan coplillas y
versos improvisados. Tampoco podía faltar la jota como baile, al compás de la
gaita y alrededor de la balsa o en el frontón, una vez ajusticiado y muerto
Juan Lobo, al que apodan también como moro.
El valor etnográfico de esta
fiesta es incalculable, pero vale más el haber sobrevivido a los avatares
modernos cuando Torralba, como otros pueblos de la zona, sufrió una fuerte
emigración y el relevo generacional se vio comprometido. Además, es muy difícil
transmitir este tipo de tradiciones a los jóvenes. El olvido y el desinterés, a
veces resultan más dañinos para un pueblo que un bandido como Juan Lobo.
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