El CETE organizó en una de las
tardes más calurosas del verano pasado una interesante visita al retablo de
Santa Elena en la iglesia de San Miguel de Estella, que ha cumplido nada menos
que 600 años. La actividad no pudo ser más acertada y no sólo por la maestra
explicación de Merche Osés, sino por el inmejorable refugio que para el calor
suponen los gruesos muros medievales de esta fortaleza.
De la detallada explicación del
retablo me llamó la atención los detalles sobre el personaje que costeó no sólo
el retablo sino la capilla en su conjunto y dotó a Estella de importantes obras
de arte. Se trata de Martín Pérez de Eulate, maestro de obras del rey Carlos
III el Noble en sus palacios de Olite y Tafalla, y que lo fue después de su
hija la reina Blanca, trabajando de esta forma en la corte real durante más de
40 años hasta su muerte en el año 1434. Martín Pérez de Eulate era vecino de la
calle Astería, del mismo barrio de San Miguel (se conserva la casa con una
bonita reja en una ventana) y se casó con Toda Sánchez de Yarza. Un hijo del
matrimonio fue notario en Estella y sus descendientes también ocuparon puestos
como alcaldes de la ciudad o en el consejo del Reino de Navarra.
La obra de Martín Pérez de
Eulate se inició en 1405 cuando viajó a París y conoció e imitó las novedades
artísticas francesas, algo muy común en Navarra el tener como influencia
principal la tierra ultrapirenaica.
Las novedades parisinas las
plasmó en la capilla de San Miguel que todavía se conserva y donde se hizo
enterrar. El retablo de Santa Elena expresa el realismo, movimiento y colorido
del gótico internacional. Martín Pérez de Eulate encargó la obra al artista
Pedro Rubert, de la escuela aragonesa de Juan de Leví. En lo alto del mismo,
las armas de los Eulate. La capilla contó con otro retablo parecido, el de San
Nicasio y San Sebastián, que desde 1925 se encuentra en el Museo Arqueológico
Nacional. De cómo llegó a Madrid este retablo se debe a una decisión de los
herederos de los Eulate, los marqueses de Feria -en ese momento Álvaro Cruzat-
que estuvieron ligados también a la propiedad del cercano señorío de Arínzano.
La “propiedad” de la capilla y
su contenido –con Martín Pérez de Eulate, su mujer Toda, sus dos hijos y una
hija representados junto a la misma Santa Elena en el retablo, los escudos en
las claves y los enterramientos- está fuera de duda. Las iglesias están llenas
de ejemplos parecidos y sin embargo, ni al actual marqués de Feria (Bertrán
Cruzat Quijano) ni al resto de herederos de patronos de iglesias o capillas se
les ha ocurrido reclamar propiedades. Sí que lo hacen, un tanto osados e
ignorantes, miembros de plataformas que dicen representar a los que nunca han
puesto ni ponen un real por estas obras. Ahí están casos recientes que van
desde la Catedral de Zaragoza hasta una modesta iglesia de la Berrueza. No se
queja el burro y se queja la albarda, decían en mi pueblo.
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