Ciencia y tecnología en Tierra Estella 12/05/2017

El fin de semana pasado fuimos invitados por el Dictel a un taller sobre plantas y otros reinos olvidados que se organizó en la Casa de la Juventud María de Vicuña de Estella. Que, ¿qué es el Dictel? Pues es una asociación para la divulgación de la ciencia y la tecnología en Estella-Lizarra en la que colaboran de manera transversal varias instituciones educativas como la Universidad Pública de Navarra, el IES Tierra Estella, Lizarra Ikastola y el Colegio del Puy.

El título de la actividad, reinos olvidados, no pudo ser más acertado y es que alguna vez ya hemos traído a estas líneas la poca consideración que tiene en nuestra tierra todo lo que no esté relacionado con la fuerza física o el deporte. Porque aunque sea el deporte muy importante para el desarrollo personal, la convivencia y los hábitos saludables, no deja de ocupar decenas de horas mensuales de niños y jóvenes entre entrenamientos, desplazamientos y competiciones dentro y fuera de las mugas forales en comparación con el tiempo que se dedica a las humanidades o eventos culturales. Pero la importancia que tiene la música, los conciertos, el cine o las exposiciones y museos es aún enorme si la comparamos con la ciencia y la tecnología. De ahí la ímproba labor del grupo de padres y profesores que forman el Dictel para motivar a los jóvenes en estos campos.
El año pasado vimos el Campeonato de Robótica realizado con Lego, pero hay otras actividades curiosas como la Competición de Puentes de Palillos de dientes o charlas sobre alimentación a base de plantas y cómo una dieta vegetariana puede prevenir enfermedades o moderar sus efectos sobre el cuerpo humano. Esta última actividad también es ciertamente contracultural en nuestras latitudes donde se prodiga tanto la chistorra, el gorrín, el chuletón y otras viandas.
Volviendo al taller del Dictel sobre plantas, no está de más fomentar el conocimiento de la salud y la edad de especies de árboles que contamos por miles en nuestros montes: hayas, encinas, robles y boj. Todo a partir de sus anillos de crecimiento y el arco iris de pigmentos. Al microscopio se vieron protozoos, bacterias, hongos y células. Fascina saber que algunas de estas células, en concreto las de la punta, permanecen inmortales desde que brotó la semilla y allí siguen en los numerosos ejemplares, muchos de ellos singulares, que pueblan nuestros bosques.
Del gran encinar que fue Tierra Estella hace cientos de años tenemos la gran encina de las tres patas de Mendaza, la de Erául, la de Basaura en Améscoa y la de Cábrega. En Zudaire, no muy lejos del lavadero, encontramos el centinela, un gran quejigo de 17 metros de altura desde el que los vecinos controlaban el acceso al pueblo en tiempos de guerra. También son famosos los quejigos de Learza, el arce de Lezaun el haya del Monte Limitaciones, el tejo de Otsaportillo en Urbasa y los 19 álamos del parque de El Ferial de Lodosa.

Sin pretender hacer de nuestra comarca un Silicon Valley y a pesar de los centros tecnológicos con los que contamos –unos con más fortuna en actividad que otros- el fomento de la ciencia tiene todavía margen de crecimiento y es mucho más probable obtener entre nuestros jóvenes talentos de la tecnología que deportistas de élite.

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