Los campos han
quedado este verano secos, agostados, deshumedecidos y ajados. La falta de agua
ha extenuado las balsas y mermado las fuentes. Los acuíferos apenas regaron las
acartonadas tierras que se colorearon de tonos áridos, ocres y marrones. La
ausencia de lluvia para las vides retrasó la maduración de la uva y la vendimia
llegó con dos semanas de retraso. Lo mismo les ha ocurrido a los arañones que
por las elevadas temperaturas pararon la maduración, tardaron en colorear y no
perdían acidez. Los castaños, cerrados los estomas de sus hojas arrugadas,
éstas perdieron color, se secaron y terminaron por caer antes de tiempo. Lo
mismo les ocurrió a otros árboles tristes y mustios que acumulaban el polvo
levantado por el bochorno que con fuerza golpeó durante las noches veraniegas.
En Estella, sin apenas precipitaciones, se acumularon desde el 1 de julio 88
horas de temperaturas superiores a los 30 grados.
A falta de lluvia
caída del cielo hemos de mirar bajo tierra para encontrarla y ahí estamos
obteniéndola de ese gran macizo cárstico cercano que son las sierras de Urbasa,
Andía y Lóquiz. La explotación de esta gran reserva de agua no está exenta de
polémica. A algunos les parece abusiva la extracción que Mancomunidad de
Montejurra hace del acuífero. Otros se toman la justicia por su mano y en los
días más tórridos del verano, desconocidos sabotearon en dos ocasiones los
pozos de Mendaza sin que al menos, por la higiene democrática y pacifista tan
extendida en los últimos tiempos, sonaran condenas o rechazos de los políticos
que promueven la extracción y de los que están en contra. Es la clase política
–en este caso de un entre supra municipal como es Mancomunidad de Montejurra-
la que no parece haber sabido transmitir ni explicar a la ciudadanía las
razones de esta explotación, si es inocua o no, y si como dicen los opositores
está en riego la pervivencia del acuífero y de la cuenca del Ega.
En general, a los
políticos les falta comunicación y didáctica, lo cual demuestra una desafección
a los problemas o inquietudes ciudadanas. Otro ejemplo en el caso de
Mancomunidad es que ha mantenido hasta este verano a un pequeño barrio de un
pequeño pueblo bebiendo agua conducida por tuberías de plomo, algo expresamente
prohibido por ley desde hace muchos años. Pero esto tampoco parece importarles,
son pocos votos. Les preocupó en su día hacer una nueva sede, los sueldos y
retribuciones de sus presidentes –en algún caso llevados al juzgado-, sus
consejos, sus despachos o la demostración de poder de unas u otras siglas
políticas recabando votos de pueblos o partidos más o menos independientes para
quedarse con la jugosa presidencia. Y mientras ellos estaban en estos
menesteres, sufridos ciudadanos no han padecido restricciones de agua sino lo
que es peor; han podido acumular en su organismo plomo, una sustancia tóxica
que tan graves y permanentes efectos tiene para la salud, sobre todo para el
cerebro y el sistema nervioso. Estaría bien que de aquí en adelante examinen
hasta el último metro de la red de conducción de agua, no sea que persista el
mismo problema en otro lugar.
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