En esto de la
historia local unos temas siempre conducen a otros. Revisando una tarde
antiguas fotos con José Mª Ocáriz, llegamos a la figura del abogado e
historiador Pedro Emiliano Zorrilla, nacido en Estella en el año 1872. Realizó
sus estudios en Madrid siendo discípulo de Menéndez y Pelayo. Fue miembro de la
Comisión de Monumentos de Navarra y académico de las Bellas Artes de San
Fernando y de Ciencias y Artes de Barcelona.
Emiliano
Zorrilla, en el ejercicio de su profesión de abogado -además de Derecho también
estudió Filosofía y Letras- se trasladó a Madrid donde falleció en 1957. A sus
espaldas dejó varias obras escritas como un libro sobre dos lápidas romanas
(1913) o un índice de documentos antiguos del Archivo Municipal de Estella
(1914). También dejó su casa, un edificio situado en el número 6 de la calle
Comercio y que fue adquirido precisamente por la familia Ocáriz. De ahí la
confluencia en el espacio aunque no en el tiempo, entre estas dos personas. La
verdad que siempre me ha gustado situar a la gente en un espacio físico,
buscando quizá mayor trascendencia en los hechos y sus protagonistas, como en
este caso de Emiliano Zorrilla y de su casa de la calle Comercio, por cierto
curiosamente decorada con unas pinturas que dibujan una especie de farolas y un
friso donde se alternan caras humanas y flores o rosetas.
Así que siguiendo
con esta manía que uno tiene –sin duda es deformación profesional- nos fijamos
en la obra maestra de Emiliano Zorrilla sobre la Imagen y Santuario del Puy,
por la que fue premiado en 1913 buscando algo más que la historia ya por todos
conocida del Puy.
Del libro de
Zorrilla sobre El Puy es muy interesante la minuciosa descripción que hizo de
la imagen de la Virgen, del Niño e incluso de la arqueta sobre la que se
sienta. Es en esta descripción donde encontramos una conexión entre la fe y la
razón en relación al culto y devoción mariana de la Virgen del Puy. Y me
explico; al llegar a la descripción de la cabeza de la Virgen, Zorrilla
descubrió en la misma una cavidad que contenía un vaso o caja cilíndrica de
madera, con su tapa, en la cual estaban depositados unos polvillos algo rojizos
como de madera y unos trozos de plata que sin dudarlo, el autor atribuye a
restos de la primitiva imagen y de la decoración que llevaba. Parece ser
–siempre según Zorrilla y otros arqueólogos- que los primitivos fieles habían
reducido a cenizas la antigua imagen,
con el objetivo de guardarla de las manos de los infieles y dejar estos restos
a modo de reliquia.
Fue el propio
Emiliano Zorrilla junto con el entonces Prior de la basílica, don Juan
Goicoechea y otras personas allí reunidas pero cuyos nombres no especifica, los
que el día 6 de septiembre de 1913 destaparon la cajita situada en la cavidad
de la cabeza. En aquel especie de examen forense, algunos de los ramitos de
plata encontrados en el hueco dicen que se parecían a la ornamentación actual
de la Virgen. Una vez examinados los restos, los taparon enseguida y dejaron
todo como estaba.
Así, ya tenemos
un hilo conductor, una evidencia física, tangible y contrastable de la imagen
actual con aquella primitiva u otra anterior que entre zarzas, espinas y
abrojos apareció el próximo miércoles hace 931 años. Felices fiestas del Puy.
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