El Aire de Estella 18/03/2016

Desde este Viernes de Dolores ya sólo falta una semana para que vuelva a desfilar la procesión del Santo Entierro por las calles de Estella. El acto, con el permiso del Vía Crucis de Andosilla o de la interesante procesión de Los Arcos con un curioso Cristo articulado, es lo más destacado de la Merindad en Semana Santa. El año que viene se cumplirán 25 años desde su feliz recuperación. Pero ¿por qué se perdió? ¿qué puede ocurrir para que en un momento podamos terminar con siglos de historia y tradición?

Si hacemos un repaso histórico debemos fijarnos en la Cofradía de la Vera Cruz, fundada en el convento de San Francisco en 1567. Esta cofradía se encargaba, además de organizar las procesiones de Domingo de Ramos, Jueves Santo y Viernes Santo, de asistir a los reos de muerte, actividad que llevó a cabo hasta 1897.
La ciudad de Estella siempre fue patrona única de la cofradía. De hecho, el prior lo nombraba el Ayuntamiento y durante la guerra de la Independencia sus juntas se celebraron en la secretaría municipal.
En el año 1790 ya consta una mejora de la efigie de la Cruz a Cuestas y de la Oración en el Huerto, muy deterioradas, por lo que encargaron al escultor local Lucas de Mena labrarlas de nuevo. En 1883 la imagen de la Virgen de los Dolores resultaba inadecuada para el celoso capellán, Joaquín Elizalde, quien tomó la iniciativa de adquirir una nueva en Barcelona para lo que asoció a unas señoras consiguiendo 5400 reales vellón puesto que la cofradía no disponía de fondos.
Ya en época más reciente, desde 1914, la Hermandad cayó en un cierto abandono aunque en 1919 se compró en Olot La Oración del Huerto por 1500 pesetas y en 1930 el diputado Pedro Munárriz regaló una talla de la Verónica y un manto bordado.
Con la llegada de la II República, la autoridad concedió permiso para la celebración de la procesión de 1932, pero no lo permitió en 1933 ni tampoco en los años siguientes, lo cual provocó la enérgica protesta de la Hermandad.
Después de la guerra civil se repitieron los intentos para promocionar la procesión del Santo Entierro, e incluso se reorganizó la estructura de la Junta Directiva con nuevos estatutos. Sin embargo, estas medidas no evitaron una nueva decadencia que acabó con la procesión en 1973.
Goñi Gaztambide explica esta suspensión perfectamente: no se hundió por sí misma, sino que la empujaron para que cayera gentes interesadas en introducir una nueva religiosidad. La mala interpretación del Concilio, el desprecio hacia las manifestaciones populares, el intentar crear una iglesia utópica de tinte centro o norte europeo, mal avenida con el carácter mediterráneo y las tensiones políticas de los años 70 colaboraron en ello.
Unos lustros después, otras gentes amantes de las tradiciones y de distintas ideologías políticas restauraron la Hermandad y la procesión: Ignacio Sanz de Galdeano (prior nombrado por el Ayuntamiento), Domingo Albizu, Esteban Isaba, Eduardo Enríquez, Jesús Campos y decenas de personas anónimas permitieron que se vuelva a ver en Estella “El Aire”, uno de los elementos que desfila simbólicamente en la procesión junto con el fuego, la tierra y el agua.

Sí, esto de “ver el aire” les puede sonar infantil, pero es el reflejo de otros tiempos hechos a medida de gentes sencillas y humildes que tiene su punto de fascinación en la penumbra de las estrechas calles del casco viejo estellés.

No hay comentarios:

Publicar un comentario