Arróniz, sopas y sopicones 15/02/15


Se acerca en el calendario festivo de Tierra Estella el Día de la Tostada y del Aceite de Oliva de Navarra, que se celebra en Arróniz para ensalzar las virtudes que en la dieta mediterránea y en la economía de esta villa tiene el viscoso y preciado líquido dorado. Aprovechando este evento con el que Arróniz se muestra al mundo, atiendo un requerimiento para escribir sobre el origen del mote con el que se conoce a sus habitantes: sopicones.

Confieso que quedé sorprendido con la historia real del origen del apodo, que luego se tergiversó hasta la versión que a modo de chanza se ha extendido y se cuenta a nivel popular. Porque a estas alturas supongo que nadie se creerá que los habitantes de Arróniz fueron tan brutos como para comerse una balsa llena de sopa. Y es que dicen que cuando antiguamente se hablaba de las ricas sopas que se hacían en los pueblos, alguien de Arróniz se arrogó diciendo que en su pueblo comían más, porque hacían la balsa entera. Se acerca más a la realidad, y ahí puede estar la confusión entre la leyenda y el hecho verídico, la historia de una anciana que por estar enferma en su casa, no pudo ir a comer sopa de la balsa y le llevaron a su domicilio el vaso de una campana de la iglesia lleno de sopa. Aunque del todo inverosímil, la campana llena de sopa para la anciana nos muestra el hilo por el que sacar la madeja en esta historia.

El origen del mote está en la construcción de la torre de la iglesia de San Salvador de Arróniz, una obra reciente en estilo neoclásico. La iglesia de Arróniz había sido una obra continua desde la época medieval. Por fin en el año 1804 se adjudicó el último trabajo –la torre- según proyecto del estellés Pedro Nolasco Ventura, al también arquitecto Miguel Marcoleta. Marcoleta realizó los trabajos entre 1805 y 1807.

Poco sabemos de la fecha de inauguración de la obra, aunque por las actas bien pudo ser a principios del mes de febrero de 1807. Y en el festín preparado para autoridades y vecinos que querían celebrar el fin de los trabajos uno de los platos fue sopa, hecha según una receta tradicional del pueblo.

El problema surgió en el momento de hacer el cálculo de la cantidad de sopa para tanta gente como se esperaba. Los cocineros no se aclaraban con la cuantía, poco acostumbrados a tantos invitados. Porque así como es común hoy en día platos gigantes de cualquier comida, en esa época no abundaban este tipo de vasijas ni tampoco instrumentos de medida. Finalmente, una medida buena y a la vez muy visual para los cocineros fueron las decenas de litros que teóricamente cabían en el vaso de una campana. Así que ni llenaron la balsa, ni la campana, ni se la comió una anciana, sino que aquel volumen teórico de sopa hecho en recipientes normales fue bien repartido entre todos los habitantes de Arróniz.

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