La encomienda de Aberin 17/01/14


Hace ya algún tiempo que recibí de uno de los seguidores de esta sección una encomienda. Esta palabra, que significa encargo, también quiere decir renta sobre un territorio.
    La encomienda del lector fue que escribiera acerca de Aberin y su origen, encargo que acepto encantado. Porque resulta curioso cómo nos empeñamos muchas veces en buscar historias sobre templarios y rodearlas de misterios o leyendas esotéricas: a cualquier templo que difiere un poco de los demás –como Eunate o el Santo Sepulcro de Torres del Río- lo tildamos de templario. Y sin embargo, tenemos el caso de Aberin que pasa desapercibido aunque sepamos con total seguridad que allí se estableció la orden del Temple en 1177. Fueron estos famosos caballeros los que construyeron la iglesia -que se conserva íntegra- y junto a ella un monasterio del que quedan restos de arcos y murallas.
    Los templarios eligieron el camino jacobeo para su encomienda. Estos frailes guerreros de vida pobre, organizaron en Aberin una explotación agrícola, ganadera, molinera y maderera para mantener su ejército en Tierra Santa y en los reinos hispánicos. Desde Aberin, los frailes ejercieron su labor aportando bienes al patrimonio de la orden. En cuanto a las actividades religiosas, no faltaba el culto al “Lignum Crucis” y la asistencia a los peregrinos en un albergue-hospital situado en las mismas dependencias del monasterio.
    Conocemos los nombres de varios comendadores de Aberin, el primero Aimerich de Estuga. Cuando se suprimió la orden, en 1312, Aberin pasó a manos de otra organización religiosa y militar, la Orden de Malta o de San Juan. Los nuevos propietarios adaptaron el castillo templario a sus necesidades, por lo que sufrió diversas reformas aunque su estructura básica permaneció inalterada.
    Los mayores deterioros del monasterio de Aberin ocurrieron con la desamortización y las guerras carlistas. Incluso de este capítulo hay testimonio visible en nuestros días: fíjense en los impactos que los cañonazos dejaron en el exterior de las ventanas del ábside de la iglesia de Aberin.
    Y hoy en día ¿le puede interesar a la gente este sitio, al margen de lo recogido en los libros de historia? Sólo con acercarse a la cabecera de la iglesia de Aberin, podrán disfrutar con una de las vistas más bellas de la Solana: el curso del río Ega, Santa Bárbara de Oteiza, Arínzano y la campiña de Baigorri. Muchas veces no hay que subir grandes cumbres para apreciar un paisaje, sino que se disfruta más de las cosas cuando se contemplan de cerca. Les encomiendo que lo visiten porque después de todo, este lugar sigue siendo lo mismo que antaño: una explotación rural, anónima y silenciosa.

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