Llevo algún tiempo fijándome
-antes de que saltara el escándalo a la prensa- en lo que ocurre en varios bares
de Estella. Veo que un cliente pide una copa de pacharán y observo como el
camarero saca de la cámara, debajo de la barra, una botella de las
tradicionales de anís. Es curioso como su mano cubre toda la etiqueta de la
botella y está claro que no es el azar lo que llevó ahí su mano. Consigue su
objetivo: no puedo leer lo que pone en la etiqueta. Aún así, como buen pacharanero
que soy, reconozco que es licor de endrinas, falso pacharán. Sin embargo lo
sirven como pacharán cuando no lo es y lo cobran como pacharán cuando a ellos el
licor les cuesta mucho menos. Difícil saber si el hostelero engaña a su cliente
o también él es víctima de un engaño del productor, pero queda claro que al
final el consumidor es quien termina recibiendo gato por liebre.
Estos casos de Estella son aún
más sangrantes que los de Pamplona, ya que en nuestra comarca se concentra el
70% de la producción del genuino pacharán navarro, que es lo mismo que decir
que aquí se elabora la mayor parte del pacharán de todo el mundo. Tres longevas
empresas producen pacharán auténtico, el navarro, el de aquí de toda la vida,
recogiendo una tradición que al menos se remonta a 1421, cuando tenemos
constancia documental del consumo de pacharán por parte de la reina doña
Blanca.
En el siglo XIX había en la Merindad muchos
productores de coñac, orujos, anisados y aguardientes: Pablo Arguiñano en
Estella, Fausto Macua en Muniáin, Bernardo Azcorbe y Joaquín y José María
Gastón en Los Arcos y Miguel Arbeloa y Gumersindo Cía en Mañeru. Como ven, el
uso del alambique estaba muy extendido en las zonas con excedentes de vino que
al destilarse mejoraba la calidad de unos ásperos caldos.
De aquellos elaboradores, tres
firmas han sobrevivido hasta nuestros días. En Abárzuza, en 1810, don Mariano
Azanza Pérez fundó una empresa ligada a la producción vitivinícola que poco a
poco se consolidó consiguiendo importantes éxitos. En 1893 su hijo, José María
Azanza, participó con un anisado en una muestra en Chicago y en 1912 otro
descendiente intervino en el famoso Congreso Nacional de Viticultura celebrado
en Pamplona. En Viana, en 1831, don Buenaventura Velasco creó una destilería al
adquirir varias calderas para la elaboración de aguardientes instaladas en 1752
por la Real Compañía de Navegación a Caracas. De Buenaventura Velasco, el
negocio ha ido pasando de padres a hijos hasta la actualidad. Y en Dicastillo
encontramos la tercera empresa cuyo origen se debe al que fuera diputado por la
Merindad de Estella en los años cincuenta del siglo pasado, don Ambrosio
Velasco, también descendiente de la familia Velasco de Viana. Esta casa posee
unas modernas instalaciones ubicadas en el recinto histórico del Palacio de la
Condesa de la Vega del Pozo.
Reconocemos desde aquí la
excelente calidad del pacharán navarro producido en Tierra Estella, con el
deseo de que no se vea afectado por el daño de un sucedáneo. Y como
consumidores, en adelante estaremos atentos para que no nos den gato por
liebre.
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