Los aficionados no podemos sino
celebrar la pretendida declaración de fiesta de interés turístico para el toro
ensogado de Lodosa: lo merece por lo que tiene de espectáculo, historia,
tradición y fenómeno sociológico. Porque ya en el siglo XII había normas en
muchos pueblos de la ribera del Ebro para correr los toros con soga. En Lodosa,
en 1854, en los capítulos de la cofradía de las Angustias se da cuenta que
después de la procesión y misa de la patrona (13 de septiembre), “se correrá un
toro bravo sujeto por una soga, para que libremente recorra las calles que
desease de la localidad. Luego tendrá posteriores salidas los demás días de
fiestas, así como los domingos y festivos hasta el día de Nuestra Señora del
Pilar, cuando será sacrificado”.
Volviendo al presente, también
fue positivo el interés que suscitaron las pasadas elecciones en el Club
Taurino de Estella, con dos candidaturas –algo inédito- que arrojaron un
aumento de la participación y una renovación de la junta. No sabemos si este
interés y nuevo entusiasmo será suficiente para frenar la debacle en el número
de espectadores que arrastra la feria estellesa. De momento, el nuevo
presidente del club ha dado en el clavo al afirmar que se debería hacer una
revisión a la baja en el precio de las entradas para facilitar la asistencia
del público joven.
El nuevo concurso para la
gestión de la vetusta plaza de Toros de Estella, que también se anuncia para
este año, es otra de las novedades que pueden variar los carteles de la feria
hacia otro tipo de festejos. Quizá ya esté amortizada la becerrada porque aun
considerándome taurino y muy favorable a las corridas de toros, si por algo no
me gustan algunos festejos como éste o como el Toro de la Vega de Tordesillas,
no es por el mero sufrimiento animal, sino por lo que supone de poco edificante
para el espectador, el disfrute con el maltrato vallisoletano o con las
penurias del prójimo en la plaza de Estella.
Pero aún falta mucho para la feria y para las curiosas tradiciones taurinas de la Merindad, como es el anuncio de los carteles de Estella en lo alto de Montejurra. Al menos desde el siglo XVI, es esta cima el escenario para echar el bando, y lo es al natural, sin necesidad de corneta o taburete, sino allí, con la impronta que dan las alturas y durante el almuerzo de la romería en la fiesta de san Gervasio, a mediados de junio. Y un poco más adelante, mis tardes favoritas de agosto: el arte del recorte ante un toro bravo de Estenaga, Guembe o Reta, con un marco barroco incomparable como el la plaza y el zaguán de Santa María de Los Arcos.
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