La película Tasio,
de Montxo Armendáriz, refleja a la perfección el arraigo y la permanencia
de un estilo de vida en el valle de Lana en contraposición a la emigración a la
ciudad. Tasio opta por quedarse en el pueblo mientras su amigo marcha a la
capital, como otros muchos en la segunda mitad del siglo XX.
Lo que pocos
imaginaban es que el valle de Lana iba a mantener la esencia pasada hasta
nuestros días con el ganado, el monte y algo de agricultura como principal
forma de vida. Las escasas concesiones que la vida moderna ha hecho a la
geografía del valle pasan por casas renovadas y algún almacén agrícola. La
invasión de turistas “rurales” que experimentan valles como el Baztán o las
Améscoas no se conoce en el valle de Lana. El paisaje sigue siendo el mismo y
sólo la concentración parcelaria –lo vemos muy bien en fotografías antiguas-
quitó linderos, ribazos y bosquejos dejando en el fondo del valle una gran
finca rodeada de la crestería caliza de Lóquiz y cerrada por los montes de
Acedo y Zúñiga.
No hace mucho que
volvimos al valle, en esta ocasión para comprobar con sorpresa cómo la vida de
carboneros como nuestro abuelo –un Tasio no furtivo y más cultivado- mantenía
costumbres y útiles de hace miles de años. Está claro que los seres humanos
somos todavía bastante primitivos y un tanto salvajes, no hay más que encender
el televisor para verlo, pero aún conociendo nuestra condición sorprende que
cosas tan pretéritas fueran cotidianas hasta hace pocos años.
Por ejemplo, las
chabolas de la sierra de Lóquiz usadas como refugio por los carboneros son
exactamente iguales a las que se construían hace 3500 años a. C., en el periodo
neolítico: piedras en la base, estructura de madera en forma triangular y
cubierta de ramaje y céspedes. Otro objeto encontrado en excavaciones
prehistóricas y que fue usado hasta nuestros días son las chulifitas o silbatos
de caña, nogal o chopo que servían para atraer a las ratas de agua y cazarlas.
La pequeña
exposición a la intemperie que Esteban Ugarte colocó en Viloria mostró objetos
encontrados en 19 lugares diferentes del valle de Lana datados desde el
paleolítico (35000 años a. C.) hasta la edad del bronce (900 años a.C.):
cuencos y pucheros de cerámica, cazuelas con incisiones, algunas de ellas con
asas y herramientas como hachas, azuelas con mango de olivo, flechas con puntas
de sílex o flechas de madera reforzadas al fuego, percutores, alisadores,
cristales de cuarzo, pirita o punzones. Interesantes fueron también los ídolos
encontrados: oculados, antropomorfos o incluso placas. También se mostraron
collares de diferentes materiales como huesos, dientes, colmillos de jabalís o
cuernos de cabra y agujas de hueso de caballo.
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