Cada rincón de
nuestros pueblos está cargado de historias y en algún caso, como el que nos ha
tenido ocupados últimamente, señalado y tallado en piedra. Se conserva en la
fachada de una casa de la calle Mayor de Zufía una inscripción labrada que
dice: “Aquí murió Miguel García el 30 de septiembre de 1860”. Para ser más
precisos y corregir al cantero, diremos que más que morir lo mataron.
El finado, Miguel
García, nada tenía que ver con la casa ni tampoco con el pueblo porque era un
forastero vecino de Ázqueta. El contexto del crimen, por la fecha de los autos,
fue sin duda las fiestas patronales de Zufía que todavía se siguen celebrando
por San Miguel (29 de septiembre), haciendo este pueblo caso omiso de las modas
que han impuesto, con o sin refrendos, cambios en las fiestas a fechas
veraniegas.
La partida de
defunción del libro parroquial de difuntos de Zufía que se inicia en el año
1600 y que ha aparecido milagrosamente este verano, dice que Miguel García, de
Ázqueta, soltero, de 26 años e hijo de José García, ya difunto, y de María
Ángela Ros, falleció a mano airada a las once de la noche de aquel 30 de
septiembre y fue enterrado al día siguiente en Zufía, una vez autorizado por el
juez.
En la Audiencia
Provincial y en el Archivo General de Navarra se conservaba el expediente de
los hechos, pero a principios del siglo XX se destruyó toda esta documentación.
No sin esfuerzo hemos encontrado la sentencia condenatoria por este crimen. El
asesino era Lorenzo Pascual Zubiría, de 33 años, casado, labrador, bracero y
vecino de Igúzquiza. Lorenzo Pascual fue declarado huido y contumaz, vamos que
puso los pies en polvorosa y nunca más se supo de él (probablemente huyó a
América). Seguramente le pesó la pena, de muerte y a ejecutarse en Estella, además
del pago de una indemnización de 3000 reales de vellón a la madre del difunto,
Maria Ángela Ros.
La sentencia deja
entrever el móvil del crimen que además dice se produjo con alevosía y sin
circunstancias atenuantes. Fue debido a un famoso juego de cartas, El Parar.
Advierte el juez que habiéndose acreditado el juego prohibido del parar,
remítase al alcalde del distrito de Metauten para que en el correspondiente
juicio proceda con arreglo a derecho, es decir que prohíba el juego. En Zufía
siempre fue muy conocido este juego e incluso las cartas las facilitaba el
concejo con un sello en el reverso para evitar trampas. El juego de El Parar,
azar puro y sin lugar a la estrategia o a demostrar pericia en las jugadas,
movió fortunas con apuestas de personas de toda clase y condición. La copla
dicta: “El cura de Falces y el de Bargota, se juegan el dinero al parar o a la
pelota”.
Por último, por
tradición oral y gracias a Pablito Sanz, vecino de Ázqueta, sabemos que todavía
se conserva la casa del difunto Miguel García, marcada con el número 6 de la
calle Carretera y que en otros tiempos fue un bar. El Archivo General Militar
de Segovia nos ha confirmado lo que Pablito nos contó: Miguel García Ros, de 26
años, era un Cabo 1º de Infantería destinado en Santander y cuando murió había
servido durante 4 años en el Ejército.
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