La pieza del conde 10/11/2017


          El cementerio de Estella quedó inmortalizado en la película Bajo las estrellas de Félix Viscarret (2007). La escena, con la chimenea de la alcoholera de fondo, es una contraposición a la muerte con la vida que sigue más allá de los muros construidos en 1840. El film de Viscarret descubre cómo un pasado carlista ya olvidado, vuelve al presente precisamente en el momento de la muerte, cuando el difunto se hace amortajar con el uniforme de requeté, boina roja incluida. El hecho puede sorprender o incluso resultar cómico como en la película, pero no es el único caso reciente que conozco. El carlismo anidó en lo más íntimo de las personas y es en la muerte cuando se vuelve a reivindicar el ideario.

En el cementerio de Estella el carlismo es también protagonista histórico. En la reciente visita dirigida con maestría por Toño Ros vimos el espectacular mausoleo funerario de los Generales fusilados en el Puy al final de la primera contienda. Si buscamos en el archivo histórico de Radio Televisión Española, las primeras imágenes que se vieron de Estella en la tele, son precisamente de este mausoleo. El monumento, pagado por Carlos VII, es un homenaje al carlismo con recuerdos de batallas como Somorrostro o Montejurra y recoge la divisa carlista un tanto modificada: Dios, Fe, Rey y Ley.
Visitar el cementerio de Estella, como el de cualquier pueblo, es hacer un recorrido histórico por la ciudad desde 1840 hasta la actualidad. Tras la invasión napoleónica de España se prohibió, por razones de higiene, enterrar en las iglesias como era costumbre. Es a partir de entonces cuando se construyen los cementerios, en muchos casos pegados a las iglesias ya que era creencia popular que el estar en terreno sagrado o lo más cerca posible influía en la salvación del alma, de ahí el término de camposanto para referirse a los cementerios. En el camposanto también se daban preeminencias en los enterramientos y el de Estella conserva una zona “noble” donde descansan los restos de familias como Goizueta, Ochoa, Iturria o Jaén. Los Jaén, familia de ideas liberales, acumularon mucha riqueza en el siglo XVIII con el comercio de lana. Así, Tomás Jaén González de San Pedro compró Legardeta en la desamortización, antigua propiedad del monasterio de Irache.
También liberal y muy opuesto al nacionalismo encontramos la tumba del diputado Enrique Ochoa Cintoria. Como la muerte iguala a todos, muy cerca vemos las tumbas de destacados políticos nacionalistas: Manuel Irujo, su padre Daniel o el alcalde Fortunato Aguirre. Monumentales son los panteones de Ruiz de Alda o de la familia Lizarraga, que costeó el traslado del pueblo de Bearin a su emplazamiento actual.
En Estella no hay tumbas comunes de muertos en la guerra civil de cualquiera de los bandos, pero sí de colectivos como las hermanas de Santa Anta o los guardias del cuartel. Curioso es el panteón de personas ilustres, al más puro estilo francés, donde se recogen nombres como Francisco de Eguía, Blanca Cañas, Gustavo de Maeztu o Jerónima Uriarte, pero no están todos los que son.
Si tratan de buscar un lugar que invite a la paz, el sosiego, la meditación o la reflexión, mejor pasar al anejo cementerio de la congregación del Verbo Divino. Por ser diferente, por estar ajardinado al estilo inglés –donde los cementerios son bellos parques- y por tener un componente decorativo moderno, merece la pena visitarlo sobre todo para huir de esa vorágine sin freno de competición floral en que se convierten nuestros cementerios a principios de noviembre.

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