El cementerio de
Estella quedó inmortalizado en la película Bajo las estrellas de Félix
Viscarret (2007). La escena, con la chimenea de la alcoholera de fondo, es una
contraposición a la muerte con la vida que sigue más allá de los muros
construidos en 1840. El film de Viscarret descubre cómo un pasado carlista ya
olvidado, vuelve al presente precisamente en el momento de la muerte, cuando el
difunto se hace amortajar con el uniforme de requeté, boina roja incluida. El
hecho puede sorprender o incluso resultar cómico como en la película, pero no
es el único caso reciente que conozco. El carlismo anidó en lo más íntimo de
las personas y es en la muerte cuando se vuelve a reivindicar el ideario.
En el cementerio
de Estella el carlismo es también protagonista histórico. En la reciente visita
dirigida con maestría por Toño Ros vimos el espectacular mausoleo funerario de
los Generales fusilados en el Puy al final de la primera contienda. Si buscamos
en el archivo histórico de Radio Televisión Española, las primeras imágenes que
se vieron de Estella en la tele, son precisamente de este mausoleo. El
monumento, pagado por Carlos VII, es un homenaje al carlismo con recuerdos de
batallas como Somorrostro o Montejurra y recoge la divisa carlista un tanto
modificada: Dios, Fe, Rey y Ley.
Visitar el
cementerio de Estella, como el de cualquier pueblo, es hacer un recorrido
histórico por la ciudad desde 1840 hasta la actualidad. Tras la invasión
napoleónica de España se prohibió, por razones de higiene, enterrar en las
iglesias como era costumbre. Es a partir de entonces cuando se construyen los
cementerios, en muchos casos pegados a las iglesias ya que era creencia popular
que el estar en terreno sagrado o lo más cerca posible influía en la salvación
del alma, de ahí el término de camposanto para referirse a los cementerios. En
el camposanto también se daban preeminencias en los enterramientos y el de
Estella conserva una zona “noble” donde descansan los restos de familias como
Goizueta, Ochoa, Iturria o Jaén. Los Jaén, familia de ideas liberales,
acumularon mucha riqueza en el siglo XVIII con el comercio de lana. Así, Tomás
Jaén González de San Pedro compró Legardeta en la desamortización, antigua
propiedad del monasterio de Irache.
También liberal y
muy opuesto al nacionalismo encontramos la tumba del diputado Enrique Ochoa
Cintoria. Como la muerte iguala a todos, muy cerca vemos las tumbas de
destacados políticos nacionalistas: Manuel Irujo, su padre Daniel o el alcalde
Fortunato Aguirre. Monumentales son los panteones de Ruiz de Alda o de la
familia Lizarraga, que costeó el traslado del pueblo de Bearin a su
emplazamiento actual.
En Estella no hay
tumbas comunes de muertos en la guerra civil de cualquiera de los bandos, pero
sí de colectivos como las hermanas de Santa Anta o los guardias del cuartel.
Curioso es el panteón de personas ilustres, al más puro estilo francés, donde
se recogen nombres como Francisco de Eguía, Blanca Cañas, Gustavo de Maeztu o
Jerónima Uriarte, pero no están todos los que son.
Si tratan de
buscar un lugar que invite a la paz, el sosiego, la meditación o la reflexión,
mejor pasar al anejo cementerio de la congregación del Verbo Divino. Por ser
diferente, por estar ajardinado al estilo inglés –donde los cementerios son
bellos parques- y por tener un componente decorativo moderno, merece la pena
visitarlo sobre todo para huir de esa vorágine sin freno de competición floral
en que se convierten nuestros cementerios a principios de noviembre.
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