El mes de julio
pasado fuimos invitados a la Semana de la Brujería de Bargota. Lo primero que
hice al llegar al pueblo fue reconocer, no sin vergüenza, que nunca había
pisado Bargota. En un esfuerzo por desempolvar recuerdos relacionados con esta
villa, enseguida me vino a la memoria el lema que escuchábamos de boca de
algunos bargotanos en el Instituto Politécnico de Estella en los años 90:
Bargota independencia.
Aunque aquel afán
independentista fuera producto de las modas o corrientes políticas de la época,
si leemos la historia de la villa no nos extraña ese intento por zafarse de
cualquier yugo dominante.
Durante la Edad
Media, Bargota pasó a formar parte de Viana, e incluso en el año 1219 el rey
Sancho VII El Fuerte dispuso de mercedes y privilegios para todos aquellos
vecinos que quisieran trasladarse a vivir a Viana. El rey no quería sino
fortalecer con habitantes –futuros soldados en una leva- la frontera con
Castilla, pero los vecinos de Bargota no se dejaron convencer y continuaron en
su pueblo. La dependencia de Viana generó continuas trabas, desasosiegos,
altercados y numerosos pleitos que hicieron que las relaciones no fueran nada
cordiales entre ambos pueblos. Desde entonces, la lucha de Bargota fue
constante en el intento de librarse de la dependencia de Viana. Los bargotanos
no tenían derecho a tener alcalde, ni bienes propios, y todas sus rentas se
administraban desde Viana. Cada año eran nombrados los regidores, guardas,
jurados y veedores que tenían muy pocas competencias y en temas muy concretos.
Hasta el arrendamiento de la taberna, el mesón y la panadería era controlado
desde Viana.
En el aspecto
religioso, los parroquianos de Bargota pertenecían a la iglesia de Santa María
de Viana, diócesis de Calahorra. Así, los diezmos que pagaban a la iglesia eran
remitidos a Viana desde donde se suministraba todo lo necesario para las
celebraciones y ornamentos litúrgicos de la iglesia de Bargota. Sin embargo,
desde 1354 hay constancia de la residencia de un sacerdote en la villa de
Bargota, al igual que un mayordomo, un sacristán y un administrador, algo que
se consiguió después de numerosas protestas, pleitos y amenazas de cárcel y
excomunión.
Por fin, en el
año 1818, tras un largo proceso de los regidores de Bargota ante la Corte de
Madrid, aprovechando el espíritu liberal de la época, se logró la anhelada
libertad e independencia de Viana, después de haber pasado 600 años siendo un
simple barrio. A partir de entonces Bargota hubo de forjarse en la construcción
de su propia identidad, o al menos de administrarla libremente. Para el escudo,
eligieron el mismo que el de Navarra, con cadenas pero sin esmeralda. Una
versión posterior del escudo incorporó al personaje que ha dado fama al pueblo
-un brujo- y a la fruta que ha dado dinero –la uva- eso sí, de origen Rioja.
En Bargota
también hicimos un ejercicio heráldico y comprobamos que muchos de los
apellidos de sus vecinos coinciden con los indicados en los blasones que
adornan las casas desde los siglos XVII y XVII: Hernadez de Ubago, Ciordia,
Díaz de Zerio, Gómez de Segura y Ganuza. Sólo un lamento que vale para la
mayoría de los pueblos: estas casas son cada vez menos habitadas y lo que no
consiguió un rey con beneficios fiscales, lo lograrán los cambios en nuestra
forma de vida.
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