La historia comienza, como casi
siempre en estos casos, con el buenismo que hay instalado en nuestra sociedad.
Un nuevo negocio, una actividad para el pueblo, alguien que osa invertir en
estos tiempos en una pequeña localidad, la ilusión de lo novedoso y el
despertar que supone una alternativa al uso de un suelo que, como el que hoy
nos ocupa y preocupa, estaba destinado probablemente a baldío o lleco.
Después le sigue la
administración competente que, cargada de leyes y normativas, concede un
permiso para una actividad totalmente legal. A partir de aquí, el desastre.
Porque ¿todo lo legalmente aprobado es bueno para la sociedad en que vivimos?
¿Nuestras normas son sensibles al sentir de los ciudadanos o los legisladores y
quienes ejecutan estas normativas están alejados de ellos? ¿Están adaptadas las
normas a las particularidades de cada lugar? ¿Conocen los legisladores desde
sus estrados parlamentarios y gubernamentales este sentir?
Les estoy hablando del proyecto
de la planta de gestión de tierras de enmienda que hay en término de Ázqueta
(Igúzquiza) a partir de lodos y tierras de excavación. Opositores al proyecto
advierten que estos lodos son de procedencia no definida y que conlleva
numerosas afecciones en materia medioambiental como son la contaminación del
subsuelo y de los acuíferos por elementos disueltos y el arrastre de materiales
en días de lluvia con metales pesados, nitritos y nitratos. También se plantea
un posible nivel de cadmio en las tierras obtenidas por el proceso e incluso la
contaminación de un barranco que desemboca directamente en el río Ega.
Es cierto que nadie queremos
cerca de nuestras casas la basura, pero en este caso el lugar elegido no parece
el más idóneo. El idílico encinar de la falta norte de Montejurra ya se ha
visto afectado estéticamente por los movimientos de tierra de la finca. El
tránsito de camiones pesados en los caminos de acceso levantó abundante polvo y
todo esto a solo unos metros del Camino de Santiago en sus dos trazados de la falda
de Montjurra. Al lado, la zona residencial de Irache a la que seguro no le
gustarán los olores que emiten los gases que se generan en la descomposición de
la materia orgánica.
Resulta triste que se rompa la
paz de estos parajes como son la fuente de San Pantaleón, el barranco de los
Enemigos, la ermita de la Concepción del monte, un antiguo hospital de
peregrinos y la singular canalización que llevaba agua hasta el palacio de los
Vélaz de Medrano en Igúzquiza y que coincide con los drenajes de la finca de
marras.
¿Qué de dónde vienen los
residuos? Pues de nuestros vecinos del oeste, sí, de aquellos que a diferencia
de nosotros pueden tener Tren de Alta Velocidad, pabellones arena, nuevos
estadios de fútbol y pagar menos impuestos, pero no son capaces de encontrar en
su territorio lugares para gestionar sus residuos.
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