Por el Camino 17/02/2017

El mes que viene se inicia de nuevo la temporada peregrina hacia Santiago, aunque para ser exactos diremos que el flujo de caminantes no cesa en todo el año. La historia, el devenir de los siglos y la geografía nos han colocado en pleno Camino y eso no deja de ser una suerte para Tierra Estella que está notando el incremento de negocios y de actividad alrededor de la ruta. En Estella, por poner un ejemplo, la calle La Rúa y los establecimientos cercanos de la otra orilla en el barrio de San Miguel han experimentado un florecimiento en los últimos años.


Pero; ¿hacemos lo suficiente por el Camino de Santiago?, ¿lo cuidamos como merece?, ¿hacen falta más infraestructuras y se promociona lo suficiente?
Sobre esta última cuestión tenía razón la agrupación socialista de Estella cuando se quejaba el otro día de la poca visibilidad de la ciudad en FITUR y entre otras cosas citaba el Camino de Santiago. Consuela saber que alguien se ha dado cuenta de la ausencia de Tierra Estella en este evento, que no es sino consecuencia de la falta de un plan turístico y también reconforta que en esta sociedad adormecida y apática lo hayan denunciado públicamente.
Respecto a las infraestructuras sí que parece que hacen falta más, al margen de la iniciativa privada. Cuando uno se pone en ruta experimenta en primera persona carencias básicas. El Camino está bien señalizado y es casi imposible perderse. Sin embargo, si uno se despista y debe buscar la referencia para volver, tiene algo más práctico y habitual que las flechas amarillas: rastro de peregrinos, que es el mismo que puede dejar cualquier otra persona porque en esto todos somos iguales. Sí, me refiero a señales de restos provenientes del vientre humano. Siempre aparecen a pocos metros del camino en sitios más o menos discretos. El problema está cuando hay un monumento cerca, una ermita o un mirador elevado desde el que dominar el paisaje. En San Miguel de Villatuerta confluyen todos estos elementos y unas letrinas secas podrían dignificar este y otros lugares.
San Miguel, desconocido para muchos aunque de nombre al polígono industrial, fue un antiguo monasterio en un pequeño otero a medio camino entre Villatuerta y Estella documentado desde 1062 cuando el rey Sancho el de Peñalén lo donó al monasterio de Leyre. Del monasterio medieval sólo queda parte de la iglesia pero son muy interesantes los relieves que había en los muros exteriores y que pasaron al Museo de Navarra. Son tallas románicas en un solo plano consideradas como el arranque de la escultura medieval en Navarra: gallos, perros, un mono y cantidad de representaciones cargadas de significados e incluso la primera imagen de San Miguel de Aralar o escenas mozárabes. Un lugar con muchos ingredientes como son los restos de un ábside románico para, explotándolos bien, ganar notoriedad.

Un último dato: estas semanas ha sido muy comentada la subasta de una talla de una Virgen de Salinas de Ibargoiti en Nueva York, como una esperanza para la recuperación o tener noticias de otras que corrieron la misma suerte. Pues sí, la Virgen con el Niño forrada en plata del año 1200 que se vendió legalmente en Villatuerta a finales del siglo XIX y cuyo paradero se desconoce procede de este lugar. Acérquense a contemplarlo, eso sí, sin dejar de mirar al suelo.

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