El mes que viene se inicia de
nuevo la temporada peregrina hacia Santiago, aunque para ser exactos diremos
que el flujo de caminantes no cesa en todo el año. La historia, el devenir de
los siglos y la geografía nos han colocado en pleno Camino y eso no deja de ser
una suerte para Tierra Estella que está notando el incremento de negocios y de
actividad alrededor de la ruta. En Estella, por poner un ejemplo, la calle La
Rúa y los establecimientos cercanos de la otra orilla en el barrio de San Miguel
han experimentado un florecimiento en los últimos años.
Pero; ¿hacemos lo suficiente
por el Camino de Santiago?, ¿lo cuidamos como merece?, ¿hacen falta más
infraestructuras y se promociona lo suficiente?
Sobre esta última cuestión
tenía razón la agrupación socialista de Estella cuando se quejaba el otro día
de la poca visibilidad de la ciudad en FITUR y entre otras cosas citaba el
Camino de Santiago. Consuela saber que alguien se ha dado cuenta de la ausencia
de Tierra Estella en este evento, que no es sino consecuencia de la falta de un
plan turístico y también reconforta que en esta sociedad adormecida y apática
lo hayan denunciado públicamente.
Respecto a las infraestructuras
sí que parece que hacen falta más, al margen de la iniciativa privada. Cuando
uno se pone en ruta experimenta en primera persona carencias básicas. El Camino
está bien señalizado y es casi imposible perderse. Sin embargo, si uno se
despista y debe buscar la referencia para volver, tiene algo más práctico y
habitual que las flechas amarillas: rastro de peregrinos, que es el mismo que
puede dejar cualquier otra persona porque en esto todos somos iguales. Sí, me
refiero a señales de restos provenientes del vientre humano. Siempre aparecen a
pocos metros del camino en sitios más o menos discretos. El problema está
cuando hay un monumento cerca, una ermita o un mirador elevado desde el que
dominar el paisaje. En San Miguel de Villatuerta confluyen todos estos
elementos y unas letrinas secas podrían dignificar este y otros lugares.
San Miguel, desconocido para
muchos aunque de nombre al polígono industrial, fue un antiguo monasterio en un
pequeño otero a medio camino entre Villatuerta y Estella documentado desde 1062
cuando el rey Sancho el de Peñalén lo donó al monasterio de Leyre. Del
monasterio medieval sólo queda parte de la iglesia pero son muy interesantes
los relieves que había en los muros exteriores y que pasaron al Museo de
Navarra. Son tallas románicas en un solo plano consideradas como el arranque de
la escultura medieval en Navarra: gallos, perros, un mono y cantidad de
representaciones cargadas de significados e incluso la primera imagen de San
Miguel de Aralar o escenas mozárabes. Un lugar con muchos ingredientes como son
los restos de un ábside románico para, explotándolos bien, ganar notoriedad.
Un último dato: estas semanas
ha sido muy comentada la subasta de una talla de una Virgen de Salinas de
Ibargoiti en Nueva York, como una esperanza para la recuperación o tener
noticias de otras que corrieron la misma suerte. Pues sí, la Virgen con el Niño
forrada en plata del año 1200 que se vendió legalmente en Villatuerta a finales
del siglo XIX y cuyo paradero se desconoce procede de este lugar. Acérquense a
contemplarlo, eso sí, sin dejar de mirar al suelo.
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