Hace dos semanas
llegó a Lorca una mujer peguntando por una dirección desconocida en este
pequeño pueblo del valle de Yerri. La forastera estaba un tanto despistada
porque a pesar de los tiempos que corren, llenos de tecnologías digitales, GPS
y otros localizadores, donde quería arribar esta señora era nada menos que a la
ciudad murciana de Lorca, distante 787 km de nuestro Lorca de Yerri.
Para evitar estas
confusiones, hace ahora exactamente 100 años que 573 pueblos de España cambiaron
su denominación oficial y les añadieron un apellido. Así se diferenciaron de
sus homónimos. Precisamente Lorca quedó fuera de este listado en el que
encontramos cuatro pueblos de Tierra Estella.
Comenzando por
orden alfabético, tenemos el pueblo del que en tono jocoso pero muy descriptivo
canta la jota: “Si tu calle no te gusta vete a vivir a Aguilar y vivirás de
seguro en la calle principal”. A Aguilar le añadieron “de Codés” por la cercana
sierra y valle y por no confundirlo con los otros 14 “Aguilares” como el de
Campoo en Palencia o el de Campos en Valladolid.
Sin movernos de
este valle occidental de nuestra merindad tenemos al segundo pueblo, Torralba,
que le apellidaron “del Río” por aquello de estar bañado con las aguas del
Linares y así diferenciarse de otros 14 “Torralbas”. Pese a lo que pudiera
parecer, el Linares no es una corriente importante sino que se trata de un
pequeño arrollo que discurre entre Torralba y Sansol. Sin embargo, la Real
Sociedad Geográfica de España, que fue quien propuso al rey Alfonso XII el
cambio de nombre de los pueblos, volvió a dar renombre al Linares y el tercer
pueblo en bautizarse de nuevo fue Torres, que desde entonces se llama Torres
del Río.
Llegamos al
cuarto pueblo que desde 1916 tiene el nombre más largo (con más letras) de
Navarra y casi de España si no fuera por Peñaranda de Bracamonte, Madrigal de
las Altas Torres o Villanueva del Rebollar de la Sierra: se trata de Villamayor
de Monjardín. Tanto en el caso de Villamayor como en los otros pueblos –quizá
Torralba es donde menos cuajó el cambio- los nuevos nombres fueron muy bien
acogidos por los vecinos. Prueba de ello es que ninguno ha vuelto a su
denominación anterior como si lo hizo Moreda de Álava o recientemente, Palma de
Mallorca que han vuelto a llamarse Moreda y Palma respectivamente. Y es que
aquel decreto también generó polémica en muchos municipios que no aceptaron y
reclamaron las modificaciones (Monforte del Cid no aceptó llamarse Monforte de
la Rambla) y en algunos casos todavía continúan barajando nombres.
Por último no
debemos obviar que este hecho también generó una fiebre no oficial de
rebautizar pueblos que en algunos casos llegó a implantarse a nivel popular
pero que resulta erróneo nombrar, por ejemplo Oteiza de la Solana. También
vemos, a lo largo de la historia, la costumbre de traducir los nombres a otros
idiomas, como hicieron los franceses durante la invasión con Lodosa (Lodouse) o
Los Arcos (Les Arches) o en tiempos recientes las traducciones al vascuence. Ya
ven hasta que punto todo es efímero.
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