A veces vivimos
demasiado pegados a las tradiciones y éstas se pueden cambiar, evolucionar e
incluso perder. Las ferias de San Andrés de Estella hace mucho que perdieron el
sabor tradicional y el ambiente callejero y de taberna ligado a la presencia de
ganado caballar en la plaza de Santiago. Creo que fue debido al cambio de
fechas, y es que el privar al día 30 de noviembre de la feria para trasladarla
al domingo más cercano le arrancó la autenticidad que sólo se consigue en los
días laborables. Desde entonces la feria parece un evento artificial, una
especie de zoológico y un lugar sólo apto para mirones, miembros todos de una
marabunta de domingueros con no pocos niños y carritos, siempre omnipresentes.
En cuanto a la
fecha, seguimos mirándonos al ombligo y no tenemos en cuenta otras ferias de
alrededor ni su calendario y además hemos condenado a los ganaderos a trabajar
siempre en domingo, muchos años en coincidencia con el puente festivo de
diciembre, que digo yo también tendrán ellos derecho a disfrutarlo.
El escenario
urbano de la feria tampoco ayuda: suciedad, incomodidad y sobre todo
peligrosidad. En día laborable estos inconvenientes se aplacaban pero también
podemos fijarnos en ciudades cercanas como Tafalla o incluso Pamplona -con
quien a Estella le gusta compararse más- y ver sus amplias y organizadas campas
fuera del casco urbano.
En Pamplona, fue
precisamente una feria de ganado equino que todavía se celebra cada 7 de julio
lo que dio origen a los Sanfermines en el año 1591.
En Estella, la
feria de ganado de San Andrés no es más joven que la de Pamplona, sino que
tiene más de 600 años de historia. Además de los mercados semanales, sabemos
que en 1251 el rey concedió feria anual durante quince días y en 1435 había
autorización para hacer dos ferias francas, es decir libres de impuestos, de
ahí la importancia y la concurrencia que adquirían.
Antiguamente este
día de San Andrés era uno de los más importantes del año ya que por entonces
también se celebraban las fiestas patronales, hasta que fueron trasladadas al
primer domingo de agosto en el siglo XVII. Sin embargo, continuó en noviembre
la venta de animales que reunía en la plaza de Estella a todos los habitantes y
a muchísimos visitantes. Además de la compra venta de la famosa jaca navarra,
eran no pocos los negocios alrededor de la feria: abogados, notarios y
reuniones de familias que se encontraban para apalabrar bodas o ir a vistas,
que se decía cuando un mozo y una moza se conocían después de que sus padres ya
hubieran concertado el matrimonio.
Y así hemos
llegado hasta nuestros días en los que sin querer variar lo único que pide a
gritos un cambio –el escenario- se modificó la fecha que es quizá lo único que
no se debiera haber tocado y que con las últimas modificaciones –este año pasa
de domingo a sábado- se ha convertido en una feria de quita y pon.
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