¿Quién no ha buscado alguna vez
–siendo niño o no tanto- un tesoro escondido en un paraje, cueva o castillo?
Hoy nos ocupamos del tesoro que según tradición oral se encuentra enterrado en
un lugar del valle de la Berrueza.
La geolocalización –que
diríamos en lenguaje moderno- de este tesoro, está en el único punto del
término de Desiñana donde pueden verse al mismo tiempo las torres de las
iglesias de Asarta y Nazar. Y allí que nos fuimos por sembrados de avena, colza
o trigo para izquierda, derecha, más aquí o más allá, ver las torres de San
Juan Bautista de Asarta y San Pedro de Nazar.
El paraje pertenece al antiguo
poblado de Desiñana del que sólo queda en pie su iglesia con muros
desvencijados por las enredaderas y por los que desenredan todo aquello que no
hacen las plantas. La primera noticia de este pueblo la encontramos en el año
1208 cuando ya había sufrido una despoblación, la primera de una larga lista.
En 1350 volvía a estar habitado por 11 fuegos o familias que en 1427 se habían
reducido a 9, las mismas que tenía en 1514.
Se conservan numerosos procesos
judiciales que dan detalles de los habitantes de Desiñana y del ordenamiento de
pagos de pechas e impuestos al Reino. Uno de los más curiosos es de cuando, en
1366, el rey Carlos II obligó a los moradores de todas las villas de la
Berrueza a trasladarse a la fronteriza y cercana Zúñiga ante la amenaza de
guerra contra Castilla. Pero seguidamente, el rey les concedió evitar el
traslado a Zúñiga a cambio de contribuir
a la fortificación de la citada villa.
A mediados del siglo XV hubo
una granizada que destrozó las cosechas e hizo que otro rey, Carlos III, les
perdonase a los de Desiñana y al resto de la Berrueza del pago de impuestos. En
1514, según un recuento de casas que se hizo en todo el Reino, había en
Desiñana 9 viviendas. Ya en estas fechas el pueblo estaba habitado de forma
intermitente hasta que en 1640 llegó su despoblación definitiva. Sus últimos
habitantes llevaban por apellidos Bujanda, Arana, Desiñana, Ezcacho, García,
García-Rodríguez, Gómez, Lafuente, Nieva, Olea y Pérez.
A pesar de la despoblación, la
iglesia conservó el culto apoyada sin duda por sus posesiones y rentas. Así
seguía en 1668 hasta que en 1691 el obispo ordenó su cierre y tapiado.
En el siglo XIX Nazar y Asarta
disputaron en los tribunales la posesión del término de Desiñana con tres
sentencias seguidas. En la primera se dividió el término a partes iguales.
Luego, tras reclamar Nazar, se hizo la división en proporción al número de
habitantes de cada pueblo. Con esta fórmula, los nazarenos se veían
beneficiados. Pero parece que la sentencia definitiva (1850) agregó todo el
término a Nazar.
Volviendo al tesoro enterrado y
todavía por descubrir, les dejo que lo intenten ustedes pero piensen que dar con
el lugar donde ponerse a excavar podría ser como hallar la cuadratura del
círculo o descubrir el sexo de los ángeles.
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