Cada vez que se acerca en el
calendario una fiesta católica importante, se enredan los ediles de Estella en
una estéril discusión en el pleno sobre si participan o no en ella. La última
vez, por San Andrés, vimos incluso rozar el ridículo cuando algunos concejales
desfilaron en comitiva haciendo gala de un postureo que parece gustarles, para
quedarse después fuera de una iglesia a la que no dudan en llegar al son de un
himno que arenga a no perder la fe. Por eso, en medio de esta tendencia que
quiere separar lo civil de lo religioso, sorprende que la concejalía de turismo
haya organizado por primera vez la fiesta judía de las Luces (Janucá).
La Janucá consiste en el
encendido de velas para recordar la purificación del Templo de Jerusalén de los
iconos paganos. Además, se recitan oraciones, canciones y se comen alimentos
fritos en aceite.
La Janucá era una de las
fiestas que celebraba el pueblo hebreo en la antigua judería de Estella, la
tercera más importante de Navarra tras Pamplona y Tudela. Desde el siglo XI hay
constancia de pobladores judíos en la ciudad, agrupados en el barrio de
Elgacena, bajo la protección real y con sinagoga. La judería de Estella estuvo
fuertemente implicada en el esplendor comercial y cultural que vivió la ciudad
y participó en la configuración de los diferentes burgos. El rabino Elías fue
uno de los diez hombres buenos que intervinieron en un pleito de 1188.
En el siglo XIII los judíos representaban ya el 10% de los habitantes de
Estella, porcentaje que siguió creciendo en los años siguientes.
Los judíos crearon en el
mercado de Estella un activo centro de contratación de créditos. Los intereses
contraídos por los cristianos -que luego no podían pagar- se convirtieron en
una creciente hostilidad hacia los judíos. Por ello, los monarcas navarros
siguieron ofreciendo protección a los judíos de Estella. Éstos, a su vez,
contribuían con no pocos impuestos a la ciudad y llegaron a prestar juramento
de fidelidad sobre la Torá a la heredera de la reina Juana, en 1273.
En 1328, con un vacío de poder
tras la muerte del rey Carlos I, la crisis económica en aumento y los sermones
antijudíos de fray Pedro de Ollogoyen, se produce el asalto y quema de la
judería de Estella. A pesar de las condenas y de la restitución real, la aljama
de Estella no volvió a ser la misma y eso que acogió a no pocos judíos
expulsados de Castilla tras del Decreto de los Reyes Católicos de 1492. La
presión de los monarcas castellanos hizo que de Navarra también fueran
expulsados en 1498, aunque la mayor parte de ellos prefirieron convertirse a la
fe cristiana y seguir al frente de sus negocios.
Resulta evidente que hoy en día los concejales, como cualquier persona,
no se convierten en católicos o judíos por el mero hecho de organizar o asistir
a sus fiestas, ni tampoco tienen por qué compartir las doctrinas de dichas
religiones. Pero en aras de la coherencia y sacudiéndose de prejuicios y
creencias limitantes, deberían plantearse participar en ceremonias que por
tradición, cultura, turismo o fe se festejan en la ciudad a lo largo del año.
Tienen varias a las que ahora han sumado la Janucá y pueden añadir el Sucot
(fiesta de las tiendas), el Pésay (la Pascua judía) y el Shauvot (la entrega de
la Torá).
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