El Conde Rodezno y el Estatuto de Estella 11/12/2015


Revisando el otro día el amplio archivo y biblioteca del amigo Javier en su casa de Estella, nos fijamos en un libro antiguo de tapa dura que no es otra cosa que un original sobre la historia del Estatuto Vasco de Estella de 1931-1932. Abrimos la primera página y vemos las firmas autógrafas de sus protagonistas: José Antonio Aguirre, José María Leizaola, Julio de Urquijo, Joaquín Beunza, Marcelino Oreja y con extrañeza vemos, entre otras, la rúbrica del Conde de Rodezno.

Ahora que el ayuntamiento nacionalista de Pamplona acaba de salir del embrollo sobre el cambio de nombre de la Plaza Conde de Rodezno –han estado meses decidiendo otro- resulta cuando menos curiosa la vena vasquista del defenestrado conde. Y como siempre está bien generar controversia en los firmes postulados y convicciones de nuestros representantes, indagamos en el caso.
Tras proclamarse la II República, en 1931, surgió en el País Vasco y Navarra un movimiento municipalista muy popular en pro de un Estatuto Vasco de Autonomía. El movimiento alcanzó en poco tiempo grandes adhesiones y proporciones insospechadas. Estella fue escenario de aquel acuerdo inicial para una unidad autónoma político-administrativa que se llamaría País Vasconavarro o Euzkadi en lengua vasca. Concretamente el acuerdo se votó en la plaza de los Fueros, en el palacio que hoy ocupa un establecimiento hostelero y que antaño alojaba un teatro contratado por Manuel Irujo para la ocasión.
La jornada del 14 de junio fue un éxito con la plaza de Toros llena para el mitin y los txistularis y bandas de música recorriendo una ciudad engalanada con arcos y banderas vascas, navarras y republicanas. Una de las claves del éxito del Estatuto fue el apoyo de los carlistas y de sus líderes como Tomás Domínguez (Conde de Rodezno) quien primero fue senador y después diputado a Cortes por Navarra. Así, Domínguez se convirtió en uno de los promotores del aquel Estatuto Vasco por su defensa de la autonomía, el fuero, la lengua vasca, las reivindicaciones agrarias y las tradiciones, entre ellas la religión católica y un concordato propio con la Santa Sede.
Cuando el Estatuto dejó de ser confesional, el Conde Rodezno y la mayoría de los carlistas –que en Estella curiosamente tenían su círculo en otro palacio de la misma plaza, gemelo pero en la acera opuesta a donde se había aprobado el Estatuto- se convirtieron en acérrimos enemigos del mismo. Hoy nos choca el cambio de postura del Conde Rodezno, también respecto al tema agrario, -creo una Asociación de Terratenientes contrarios a los derechos de los jornaleros- y su oposición al sufragio universal.
En la Guerra Civil Tomás Domínguez ocupó el puesto de Ministro de Justicia en el primer gobierno de Franco y por ello se le atribuye la responsabilidad de miles de fusilamientos. No reparan sus acusadores en que era el Ministerio de la Guerra el encargado de tales expedientes. También fue miembro de la Real Academia de la Historia, publicó varios temas navarros y fundó la Institución “Príncipe de Viana”.
En cualquier caso y sin condenarlo ni ponderarlo, este ejemplo nos debería servir para evitar poner etiquetas o calificativos reduccionistas a las personas, no juzgarlas desde nuestra cómoda perspectiva actual y comprender que hay muchos matices que ignoramos en nuestra pobre cultura política contemporánea.

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