Ya es un hecho que nadie podrá
cambiar y un reconocimiento que no le será retirado: el Monasterio de Iranzu ha
sido elegido por la Guía Repsol como representante de Navarra al Mejor Rincón
2015 de España.
Puede parecer exagerado, pero
si reflexionamos sobre los innumerables parajes de la geografía foral que
podían haber sustituido a Iranzu en la candidatura, ninguno de ellos llega al
pleno en la combinación de arte y naturaleza accesible y cercano al hombre
urbano, pero alejado al mismo tiempo del mundanal ruido.
Los museos y los grandes
monumentos palaciegos o catedralicios quedan algo distorsionados en cuanto el
visitante vuelve a poner el pie en las ciudades o pueblos que los rodean.
Visitar fenómenos naturales de altos picos, nacederos de ríos o cuevas resultan
experiencias inigualables pero un tanto efímeras. Sin embargo, en Iranzu
convergen varios aspectos que lo hacen único.
Tras el cañón de acceso desde
Abárzuza –en otros tiempos intransitable por lo abrupto del desfiladero- se
abre un hermoso valle en el que los monjes que idearon el monasterio y los
visitantes actuales sólo pueden ver el cielo en la vertical tras la cima de los
empinados montes, como si de una metáfora entre la vida real y espiritual se
tratara. Por eso escogieron este lugar para ubicar el monasterio: el cielo sólo
se alcanza tras larga subida por riscos y senderos. Debajo tenemos la plácida
llanura donde se asienta Iranzu y la sobriedad de sus muros milenarios, como
los del claustro cisterciense y gótico.
Últimamente se han habilitado
con acierto nuevos espacios como un jardín de estelas y la contigua iglesia de
San Adrián, embrión del monasterio en el siglo XII. Entrar en esta minúscula
capilla es imaginar también la pequeñez con la que aquellos hombres comenzaron
la gran obra de Iranzu. Hombres labrados a sí mismos como aquel monje experto
en medicina natural que durante un invierno, al ir a buscar una preciada
planta, fue sorprendido por una tormenta de nieve muriendo en el pico más alto
de la montaña. Desde entonces la cumbre tomó el nombre del monje: Dulanz. O el
del organista enamorado de la música, que al descubrir que en la
desamortización se habían llevado el órgano de la iglesia se volvió loco y
desde entonces cada vez que el viento soplaba en las desvencijadas paredes
monacales, se deleitaba en ello. Y es que en Iranzu -acompañado o no de viejas
leyendas- hasta el viento se transforma y toma sentido más allá de lo cotidiano
que puede resultar en cualquier otro lugar.
Ahora a nosotros no sólo nos queda
esperar el resultado de la elección de la Guía, sino que podemos aportar
nuestro grano de arena votando en la página web www.guiarepsol.com/es/turismo/el-mejor-rincon-2015
para que Iranzu sea declarado el Mejor Rincón de España.
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