La lápida de Iruñela 26/06/2015

Hace tiempo prometí rescatar del olvido y sacar a la luz de estas páginas –porque físicamente es más complicado- la lápida romana de Iruñela. La piedra en cuestión es un bello ejemplo de arte antiguo, tan valiosa como otras lápidas del valle de Lana conservadas en el Museo de Navarra.

Primero nos situamos en el pueblo, un pequeño concejo del valle de Yerri de apenas medio centenar de habitantes. Su nombre es el de la capital navarra (Iruña) en diminutivo, aunque a nivel local muchas veces se le añade una letra y se conoce como “Iruñuela”. El pueblo es un pintoresco enclave al sur de Ibiricu, erigido sobre una roca dominante sobre el río Iranzu.
El contexto donde ubicar esta lápida se encuentra en la dominación romana de esta zona de la península. Debemos aclarar que el invasor se impuso, más que por las armas por la cultura, como vamos a ver. A estas tierras de Yerri las situaron entre el saltus Vasconum (norte) y el ager Vasconum (sur), que es como Roma dividió Navarra por sus marcadas diferencias geográficas, físicas, económicas y culturales –en esto no hemos cambiado tanto-. Nuestra estela no es un elemento aislado de aquella civilización sino que los romanos construyeron también un camino empedrado, resto de una vía que con puente sobre río incluido, llegaba hasta Lezaun.
El caso es que la lápida funeraria de Iruñela es una completa representación de los valores y la cultura de aquella sociedad. Bellamente labrada, vemos por un lado a tres personas y a un toro. El cornúpeto era un animal sagrado y de culto central para aquellas gentes, por lo que podría representar una escena religiosa. Además, tenemos otro pasaje de lucha entre un hombre y un jabalí. El cerdo salvaje es al mismo tiempo atacado por un perro. El cantero quiso reflejar una escena de caza, algo de la vida real en contraposición a la anterior escena. La ferocidad del jabalí salvaje, su fuerza y su poder destructivo tuvo mucha importancia en la mitología como oponente de aristócratas y nobles. Por último, la lápida se completa con un elemento que no podía faltar viniendo de Roma: uvas y pámpanos que son emblemas de regeneración y fecundidad, del todo contradictorios para un epitafio.
La lápida sufrió varios avatares. Hay quien sitúa su origen en la antigua ermita de San Esteban, en el mismo término de Iruñela. El Catálogo Monumental dice que en 1980 estaba en dependencias parroquiales y otras fuentes apuntan a que compuso la tapia del antiguo cementerio.

Lo que nos interesa saber es que hoy repara en el almacén arqueológico del Gobierno de Navarra en Cordovilla, desde su adquisición hace dos años aproximadamente. Y lo que esperamos es que un día pueda mostrarse en un museo o exposición, aunque sea de forma temporal. Su pequeño pueblo lo merece, pero también todos los interesados en la cultura clásica.

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