Siempre me llamó la atención el
topónimo Granada, tan alejado de la ciudad andaluza y con el que se conoce en
nuestra tierra nada menos que a una finca, un ducado y un palacio. Pero vayamos
por partes.
Para encontrar la finca nos tenemos
que trasladar hasta Acedo. Lo mejor es hacerlo por la vía verde del antiguo
ferrocarril a Vitoria. Una vez dejado atrás Ancín, enseguida reparamos en este
recóndito y antiguo señorío, puerta del valle de la Berrueza. Allí el
constructor Tomás Urbina hizo en 1925 un apeadero que constaba de dos viviendas
destinadas a alojar a los trabajadores empleados en la construcción,
mantenimiento y mejora de la línea férrea. Además, para que el tren a Vitoria
sortease el río Ega se hizo, también en 1925, el puente y el túnel de Granada.
El diccionario geográfico histórico de 1802 califica a Granada de Ega como
granja, lo mismo que a Estemblo y a Cábrega, todas ellas en la Berrueza. En
realidad, Granada de Ega fue un caserío con dos edificios: una iglesia dedicada
a San Miguel y otra casa que se utilizó con el tiempo, al igual que el primero,
como almacén de labranza. Algunas fuentes dicen que el lugar estuvo habitado
hasta el año 1960. De la antigua iglesia, después ermita, no quedó siquiera la
imagen del titular pues se vendió a un chamarilero.
En cuanto a la familia, los
duques de Granada engarzan directamente con el origen más remoto del reino de
Navarra, los Aznárez. El duque Eudón Aznar fue progenitor común de los reyes de
Navarra y de Aragón. La última descendiente del linaje, Juana Aznárez, casó con
Martín de Azpilcueta y fueron ambos los abuelos maternos de San Francisco
Javier. Precisamente de uno de los hermanos del santo, Miguel, casado en 1521
con Isabel de Goñi y Peralta, hija del señor de Tirapu, es de donde descienden
los condes de Javier, duques de Villahermosa, Granada y Luna.
Y por último nos queda el
palacio estellés de los duques de Granada de Ega, al que sin demasiada justicia
la memoria y el conocimiento popular le ha privado de este nombre para
denominarlo palacio de los Reyes de Navarra. Este monumento románico fue
durante años la residencia de los duques de Granada. El título se lo concedió
Felipe V a Juan de Idiáquez en 1729. Al tercer duque, Ignacio de Idiáquez y
Aznárez ya lo encontramos nacido en Estella en 1713. El cuatro, Francisco de
Borja, también nació en la ciudad del Ega en 1755. Unos años después, la
familia traslada su residencia a Madrid. Sí, en Madrid también hay un palacio
de los Duques de Granada, el actual Hotel Tryp Ambassador situado junto al
Madrid de los Austrias.
De todas estas Granadas resulta
fácil elegir y explayarse con la finca, tintada en esta época desde el blanco
de la flor del chopo que deja el paisaje como si estuviera nevado, hasta el
negro de las esparragueras produciendo sus últimos frutos. Entre medio la flor
del saúco, los verdes encinares, las huertas, el cereal y el horizonte de la
crestería caliza de Lóquiz. Los restos de las edificaciones surcadas por las
enredaderas, antaño ocupadas por viajeros, ferroviarios, pastores y labradores,
hoy dejan paso a numerosos excursionistas que buscan la llanura sombría de un
camino que el Ega acaricia a su paso por Granada.
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