A principios de año conocimos
la lista de 90 proyectos culturales presentados ante el Gobierno de Navarra
que, tras un análisis de expertos y pasada la criba correspondiente, quedaron
publicados y que ahora pueden ser financiados con fondos privados, bien sea de
empresas o de personas con domicilio fiscal en Navarra.
El asunto no carece de
importancia. Y es que a la hora de pedir ayudas públicas, y más en estos
tiempos, cualquiera se lanza a ello, lo considera lícito e incluso cree que las
mermadas arcas públicas o de instituciones (gobiernos, ayuntamientos o
diócesis) tienen la obligación de sufragar loables iniciativas culturales o de
conservación del patrimonio.
Con la entrada en vigor de la
Ley de Mecenazgo aprobada por el Parlamento de Navarra, se ha abierto la puerta
a las donaciones privadas. Cuando son pequeñas cantidades -crowdfunding le
llaman en inglés- las donaciones a estos 90 proyectos tienen importantes
ventajas fiscales. A los particulares se les desgrava en la declaración del
IRPF nada menos que un 80% de los 150 primeros euros donados y a las empresas
también les deducen en el Impuesto de Sociedades. Pero para nuestra decepción,
no encontramos ni un solo proyecto de Tierra Estella que se pueda sufragar por
esta vía a excepción del de la Asociación Juvenil El Tajador de San Adrián para
el certamen de música alternativa y el de la Agrupación Musical de Sartaguda.
Cuántas veces hemos lamentado
los recortes públicos para cultura. Cuando las cuentas no cuadran, las partidas
culturales son siempre las primeras en adelgazar. Por ejemplo, la pinacoteca
estellesa del Gustavo de Maeztu no puede beneficiarse de donaciones de empresas
o particulares por esta vía, frente al Museo Universidad de Navarra, el Museo
Oteiza o el de Roncesvalles. En cuanto a desarrollo turístico no encontramos
proyectos de nuestras asociaciones, sino el del Consorcio de la Zona Media. Si
hablamos de artes escénicas como el teatro, tampoco hay hueco para grupos de la
zona sino para la Escuela Navarra de Teatro, el Misterio de Obanos o el
Gayarre. En el capítulo musical las corales de la merindad no compiten en la
financiación con el Orfeón Pamplonés, la Coral Valle de Aranguren, la Coral de
Cámara, la Coral de Aoiz o los versolaris de Nafarroako Bertsozale Elkartea. Y
si se trata de conservación de patrimonio tampoco vemos, por citar algunos
casos, torres tan necesitadas como las de Aberin, Dicastillo, Galdeano, Nazar, Etayo,
Zubielqui u otras iglesias y monumentos que urgen fondos. El único proyecto
aceptado es para la recuperación de la iglesia de un despoblado, el de Abaiz
(Valdorba) y para el mantenimiento de la iglesia de San Fermín de los Navarros
en Madrid.
Nuestras asociaciones,
colectivos, ayuntamientos o parroquias no han estado muy atentos a la hora de
optar a esta interesante vía de financiación que requiere también el conseguir
que ciudadanos y empresas les financien los proyectos. El caso es que nos
encontramos con un desierto para la captación de mecenas, de particulares o
empresarios con sensibilidad cultural que deberán buscar alternativas en otras
zonas de Navarra. Por fortuna, el año que viene se vuelven a admitir nuevos
proyectos porque no están los tiempos –o al menos eso parece- para desperdiciar
fuentes de ingresos sin tener que recurrir a la siempre cómoda vaca de las
subvenciones públicas.
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