Joaquín Ansorena, compañero de
columna, acaba de hacer grande una cosa pequeña, o mejor dicho de situarla en
el lugar que merece ésta y otras viejas historias de Tierra Estella. En este
caso “El culebrón de Zufía” es un hecho verídico ocurrido en vísperas de la
guerra civil de 1936.
No se lo voy a contar aquí por razón de espacio y por no
destripar el asunto ante el potencial lector, pero sí darles la pista de que el
culebrón está recién salido del horno de Ediciones Artesanales y Encuadernación
de Luis Mª Artica. El breve cuento tiene su verdadero origen en la fuente
inagotable que sobre temas costumbristas es Ramón Ábrego, quien cada vez que lo
encuentro me hace siempre el mejor regalo: una historia.
El culebrón de Zufía tiene
todos los ingredientes para pasar un rato agradable y reir: personajes de
Legaria, Metauten y Murieta, una mujer con tendencia a exagerar las cosas, la
Guardia Civil, el Ejército e incluso unos comediantes de Hungría.
Como escenario el pequeño
concejo de Zufía, nombre de clara proveniencia del vascuence Zubía, es decir
puente. El puente no puede ser otro que el antiguo y hoy en dique seco –porque
el cauce del Ega ya no lo baña sino que cambió caprichosamente su recorrido-
puente medieval de Igúzquiza, que está alineado con un paso natural abierto
entre el monte y llega directamente al pueblo de Zufía. Siempre me llamó la
atención este monte abigarrado de encinas en donde es fácil encontrar enormes
“caracoles” de mar, testigos de tiempos tan pretéritos como hace 113 millones
de años, que es según los expertos cuando se formaron estas estructuras fósiles
a partir nada menos que de ostras y de corales, allí por el Albiense Superior -
Cenomaniense inferior.
También es llamativo el nombre
del paraje, “La Encomienda”, el cual apunta sin duda alguna al origen que luego
nos confirman los documentos. En 1192 el propietario de Zufía y su monte era
García Almorabid quien lo donó a la orden de San Juan de Jerusalén. La orden
sucesora de los templarios lo incluyó en la administración de la encomienda de
Bargota.
Y sin salir de este monte
encontramos otra curiosidad que es el meollo del culebrón. Las encinas que lo
pueblan son muy ricas en taninos y eran utilizadas antiguamente para teñir
pieles. Zufía, balsa de Zalaita, ermita de La Blanca, puente sin río, caracolas
sin mar, monte roído y encinas para tintar. La solución en el folleto.
Buena Tardes,
ResponderEliminarDonde has encontrado la información sobre el culebrón de Zufía? Ya que yo no consigo ver nada. Gracias adelantadas ^^
Buenas noches y gracias por tu consulta.
EliminarLa historia me la facilito un amigo común de Ramón Abrego y mío, que me presto un pequeño folleto del que se han editado muy pocos ejemplares, quizá no lleguen a 10. De todas formas, a posteriori de mi artículo también he podido leer esta historia en unos cuadernos de etnografía de Navarra de Ángel Elvira e Inés Sainz. Estos escritores de Mendavia editaron varios de estos cuadernos o libros con leyendas. Es fácil de encontrarlos en cualquier biblioteca pública e incluso en internet.
Espero haberte aclarado y quedo a tu disposición.
Un saludo,
Carmelo San Martín
Muchas Gracias por la respuesta, estuve investigando y terminé encontrando un libro llamado "Personas, leyendas e historias de la tierra" de Juan Satrustegui, donde aparece lo que se creyo que era, la realidad y la versión que contó Ramón Ábrego
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