Prumar, un escritor cervantino de Tierra Estella 14/11/14


El amigo Carlos, de Igúzquiza, me presta un curioso libro editado a finales de los años cuarenta del siglo pasado, imposible de encontrar entre los miles de volúmenes de la red de bibliotecas públicas de Navarra.
Son unas crónicas de la localidad escritas por un párroco durante los años que ejerció en el pueblo. Con un lenguaje extremadamente barroco, el autor va desgranando acontecimientos religiosos y sociales, que en esos tiempos venían a ser lo mismo. Pero lo que me llama la atención del libreto es la beligerancia con la que el autor trata el cambio de fecha en las fiestas patronales de Igúzquiza de 1946. Bien es cierto que en aquel pequeño mundo rural tocar las fiestas podía exaltar fácilmente los ánimos entre la juventud, pero a nuestro ilustrado personaje de hoy -por su cargo- le suponía más comedido. Así que ahondo en la vida de Prudencio Martínez y con asombro descubro que fue un literato de referencia en su época y junto con Navarro Villoslada, el único de Tierra Estella en el que se aprecia la amplia huella dejada por Cervantes en los escritores navarros.
   Prudencio Martínez Murgui nació en Narcué (Lana) en 1890 y murió en Urbiola en 1958. Ordenado en 1923 ejerció en Aoiz, Irurre, Belascoáin y Lodosa. Resulta llamativo que en 1933 renunciara a la parroquia de su pueblo, Narcué, para ingresar en la orden camaldulense, ahí es nada. Sin embargo, no debió prosperar en la vida contemplativa, mas bien todo lo contrario, ya que después marchó a Valparaíso (Chile). Pero no es su labor pastoral ni sus correrías por el mundo lo que quiero resaltar, sino su actividad literaria forjada tras una ajetreada vida. En 1946, Prudencio Martínez, publicó bajo el anagrama Prumar otro libro titulado Lecturas recreativas, que incluye siete relatos en los que se aprecian reminiscencias temáticas y estilísticas del mismo Cervantes. Con un estilo vivaz, satírico y humorístico, Prudencio Martínez destilaba ironía como cuando dijo que “los gitanos son tan afortunados en encontrarse cosas, a veces sin acabar tal vez de perderlas del todo sus amos”. Con el mismo apodo, Prumar escribió en prensa y aunque se nos escapa en la hemeroteca sabemos que su tono socarrón y los calificativos que empleaba (mentecato, de mala calaña, egoísta rutinario, vividor...) le granjeó algunos disgustos.
    Por cierto, que en la mencionada polémica de las fiestas de Igúzquiza, Prumar tampoco dejó muy bien parados a los de Estella, ya que puso en boca de una vecina que estaba en el lavadero –lugar donde de manera especial se discutía y se daba vueltas al asunto de las fiestas- la siguiente frase: “todo el mundo sabe que los de Igúzquiza somos campechanos, y no imitamos en nada a los de Estella, sino que cuando convidamos lo hacemos de verdad”. Y es que los vecinos ya habían invitado a los huéspedes, comprado el cordero, los patos y los capones, cuando al alcalde se le ocurrió suprimir las fiestas. ¡Qué cosas!

No hay comentarios:

Publicar un comentario