San Pedro no se cerró 17/10/14

Todas las semanas, un grupo muy diverso de personas de Estella y merindad nos reunimos en animada tertulia en la lengua de Shakespeare. Departimos de la vida, el trabajo, los estudios, el ocio y si hace falta de la actualidad local. Dejamos poco espacio –mas bien ninguno- a la política y a la religión. Sin embargo, este verano se coló en nuestra tertulia la polémica creada con el supuesto cierre de la iglesia de San Pedro de la Rúa, que no era tal sino una reorganización que dejaba sin párroco propio pero no sin culto a la citada iglesia estellesa. 

Y es que gracias a la recogida de firmas en apoyo a un manifiesto en contra de la reorganización de esta parroquia, lo que caló entre mucha gente es que se cerraba San Pedro de la Rúa. De hecho, me consta que algunas personas estamparon su firma de apoyo al manifiesto de manera inocente, en contra de un cierre que ni estaba escrito, ni se anunció, ni se ha producido, ni tampoco se espera que se vaya a producir en el futuro.
Sería absurdo que uno de los principales monumentos de la ciudad, de los más visitados y admirados, que es además un valioso museo donde se guardan tesoros artísticos procedentes de antiguas parroquias y conventos de la ciudad y en el cual el Gobierno de Navarra invirtió 5 millones de euros, echara el cierre. Creo que lo que aquí ha ocurrido es un problema de compleja solución en nuestra sociedad, donde por desgracia todavía se mezcla en demasía asuntos de Iglesia y Estado, es decir la parte cultural o artística con la faceta religiosa y de culto de un templo. Y es que en San Pedro de la Rúa, la labor de los voluntarios que mantienen abierta la iglesia supone una gran riqueza cultural y turística, complemento perfecto pero no inseparable de la vida religiosa y que no puede quedar a expensas del párroco, sino del resto de la comunidad.

La situación de la Iglesia hoy en día con escasez de sacerdotes, derrumbe de la práctica religiosa y de la asistencia a misa, mayoría de bodas civiles o uniones extramatrimoniales, menor número de bautizados y lógica ausencia de funerales tras el fallecimiento de personas no creyentes, requiere importantes reformas como la planteada en Estella. De ahí la nueva fórmula por la que se rige la parroquia de San Pedro con otros párrocos haciéndose cargo de ella en un equipo de sacerdotes. Estella y en concreto San Pedro de la Rúa –la parroquia con menos población- no es ajena a este fenómeno de crisis religiosa. La Iglesia requiere una urgente y profunda revisión y reorganización de sus obsoletas estructuras que ya ha sido iniciada por el papa Francisco en el Vaticano pero que costará aplicar en la base y lejos de Roma donde también hay –lo hemos comprobado este verano- posturas inmovilistas y chauvinistas muy distantes de la comprensión, solidaridad y fraternidad que se debe suponer entre las comunidades parroquiales.

La división y la crítica fácil y populista no ayudan para nada a estos cambios y a otros que veremos en la Iglesia del futuro. Un amigo mío, católico de Olite, afirma con razón que el Príncipe del mal existe, actúa y donde más a gusto se encuentra es en ambientes eclesiásticos. Así que permítanme mi discrepancia de los más de 1400 firmantes del manifiesto de San Pedro.

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