Este inicio de mayo, acercarse a la
Berrueza es contemplar los espectaculares campos que ya forman buenas
cañas y espigas a merced del viento. La Berrueza es sobre todo el
verde nuevo brotando como una verde humareda, que escribía Machado.
De los pueblos que forman el valle, Piedramillera es uno de los
más pintorescos. Un miliario o piedra millar era una columna que se
colocaba en el borde de las calzadas romanas para señalar las
distancias cada mil pasos (1481 metros). Y a lo que se ve, o mejor
dicho se deduce porque de la piedra no parece que queden restos, en
Piedramillera los romanos colocaron uno de estos mojones que dio
origen al pueblo.
Algunos pueblos como éste todavía conservan viejas tradiciones
de fiestas ya extintas, como la de la Cruz de mayo, que aunque fuera
del calendario oficial de la Iglesia, se resisten a desaparecer. El
caso de Piedramillera es sorprendente por la historia que guarda un
hermoso Cristo que se conserva en su iglesia. Resulta que en
Piedramillera se produjo en el año 1920 un fenómeno de masas nunca
conocido en Navarra. Los rumores que se extendían por toda la
comarca aseguraban que el Santo Cristo de la Agonía -que se venera
en una pequeña capilla de la iglesia parroquial- miraba a los
fieles, les sonreía y obraba milagros. Todo comenzó en torno al mes
de abril de aquel año 1920 cuando, después de confesar a una niña
de 10 años, el sacerdote le impuso como penitencia que besara los
pies del Cristo. La pequeña se esforzaba inútilmente dando brincos
para alcanzar los pies del crucifijo y como la empresa era imposible,
el Cristo se movió haciendo que uno de sus pies se desprendiera del
clavo y así la niña pudiera besarlo.
A los pocos días eran miles los peregrinos que desde todos los
rincones acudían a Piedramillera para visitar la capilla en la que
se guarda la imagen. Se cuenta que una mujer de Los Arcos, ciega y
muda desde hacía once años, acudió para dejar limosna y recuperó
la visión. También se mencionó el caso de una niña de Acedo,
aquejada del mal de San Vito (enfermedad de Huntington), que
sanó milagrosamente un sábado después de postrarse ante el Cristo.
Un vecino de Viana, Francisco Fernández alias El Rorro, llevaba seis
meses padeciendo reuma, entró con plena fe de que el Señor le había
de curar, hizo una pequeña oración y al pronto vio que el Santo
Cristo movía los ojos y pestañeaba. Y otro vecino de Eraul, Juan
Galdeano, de 34 años, contó que a las ocho de la mañana, mientras
decía misa el presbítero don Juan Azanza, entró en la iglesia
después de la Consagración y vio con los ojos abiertos al Santo
Cristo y acercándose más vio como le sonreía y tenía el rostro
alegre.
Al poco tiempo este fenómeno mediático –los periódicos de la
época se hicieron eco de los hechos- había desaparecido sin dejar
rastro. Pero los vecinos de Piedramillera siguen festejando al
Cristo, este año el próximo domingo día 11. Una ocasión propicia
para visitar el lugar, ver el verde nuevo y por qué no, descubrir la
misteriosa sonrisa de este Cristo del siglo XVII.
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