La mano negra de Munárriz 28/03/14

Durante el ya lejano descanso estival recibí un libro sobre el pueblo de Munárriz. El autor, Ricardo Eguíllor, me lo entregó en mano y a ordea –significa cambio, y así me lo expresó en su dedicatoria- de uno mío.

La verdad que un libro específico de un pequeño pueblo de las estribaciones de Tierra Estella puede parecer poco atractivo para el público general. Sin embargo, visto el resultado del trabajo, esta aparente falta de interés la ha aplacado muy bien el autor. La obra, más que un libro, es un tomo enciclopédico en el que se nota que su creador es hijo del pueblo. El amor por su tierra, que es lo que le llevó a lanzarse a escribir, no le resta al título un ápice de rigor.
Munárriz conformó de antiguo las llamadas cinco villas junto con Aizpún, Azanza, Urdánoz y Goñi. Pertenecientes al partido judicial y merindad de Estella, geográficamente forman parte de la cuenca de Pamplona. Son interesantes los capítulos del libro dedicados a la lengua, topónimos, estelas y ermitas del pueblo. Muy jugosa para todos los que se afanan en buscar su árbol genealógico es la radiografía que hace de cada casa, familia y apellido. Y como anécdota de los tiempos modernos, seguro que pocos conocen que Munárriz fue escenario del rodaje de la película Cromwell, ganadora de un Oscar en 1971.
Ricardo Eguillor también ha rescatado la leyenda de la mano de Munárriz, y no solo eso, sino que ha demostrado que no era una fábula, sino un verdadero hecho histórico. Resulta que en el año 1448, en las encarnizadas disputas por la corona de Navarra entre el Príncipe de Viana –Carlos- y su padre Juan II, Munárriz fue escenario de un encuentro entre ambos. El pueblo, que era partidario de Juan II, acogió con dicha a su rey. En la misma fecha, un escudero del Príncipe de Viana –Juan García de Goñi- que era de Munárriz, invitó al príncipe a su casa.
La reunión paterno-filial tuvo lugar en la iglesia de la localidad. Un clérigo apostado en la puerta ofreció al Príncipe de Viana agua bendita para que se santiguara al entrar en el tempo, como es costumbre cuando accede a una iglesia un miembro destacado de la realeza. Al tomar el Príncipe de Viana el agua con los dedos y santiguarse, el clérigo le recordó que primero es el Padre y luego el Hijo -también en las cuestiones terrenales- en clara referencia a la lucha de ambos por la corona de Navarra. Parece que este fue el último intento de reconciliación entre padre e hijo, que tampoco dio buen resultado.

Como recuerdo de este hecho, una mano en gesto de ofrecimiento de agua bendita quedó reflejada en unas pinturas de la iglesia, en el reverso de una patena que todavía se conserva en este templo y, cómo no, en el escudo de la villa de Munárriz.



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