Prohibido no verla 25/10/13


La película Un Dios prohibido ha pasado de puntillas por las carteleras navarras. Una sala de Pamplona la ha proyectado durante una semana, un pase por día y en horario infantil. Y es que acostumbrados como estamos a títulos sobre la guerra civil española con la misma visión de dos bandos enfrentados, esta película supone una novedad digna de ser mencionada.

No pretendo hacer una crítica de cine, sino reflejar la sorpresa que me causó el estreno de esta película en la que uno de los personajes principales de la trama fue un paisano nuestro, concretamente un vecino de Allo. Un Dios prohibido narra la trágica historia de los mártires de Barbastro (Huesca) en el tórrido verano de 1936. El superior de aquella comunidad de claretianos era Felipe Munárriz Azcona.

Felipe Munárriz había nacido en Allo un 4 de febrero de 1875, justo al día siguiente en el que en Lacar perdían la vida más de 1000 hombres en una cruel batalla. Parece como si la fecha de su nacimiento fuera ya un mal augurio de lo que le iba a ocurrir. De carácter dócil, piadoso, diligente y dispuesto, se hizo cargo de la casa de Barbastro en 1934. Y allí seguía cuando se desencadenó la terrible persecución que terminó con el martirio de toda la comunidad. 51 asesinados por no renunciar a su fe, por no despojarse del hábito que vestían o por su rechazo a yacer con mujeres, como se ve en la película en el papel interpretado por Elena Furiase.

La cinta narra las últimas semanas de la vida de éstos jóvenes. Hubo dos seminaristas que se libraron del martirio, debido a su procedencia extranjera. Lo que no sabían los anarquistas es que el testimonio de estos dos argentinos sería clave para conocer los hechos que allí ocurrieron. Sus declaraciones, unidas a las cartas y escritos que los prisioneros redactaron durante los días de su cautiverio, han servido para narrar en versión cinematográfica este hecho real.

Felipe Munárriz no fue el único navarro en aquel duro trance. Entre otros, Teodoro Ruiz de Larrinaga (Bargota), Agustín Viela (Oteiza) y Faustino Pérez (Baríndano) al que los milicianos aplastaron el cráneo antes de llegar al lugar del fusilamiento para acallar sus vivas a Cristo. Y aún hubo torturas peores, como la del obispo de la ciudad al que mutilaron los genitales para obligarle después a recorrer las calles de Barbastro dejando un reguero de sangre que tardó meses en limpiarse.

Hay que permanecer atentos a esta historia escalofriante y real que debemos conocer para comprender a dónde conducen los senderos del odio y de la intolerancia. Si nadie lo remedia sólo podremos ver la película comprándola por internet, ya que en nuestro mermado cine de Los Llanos de Estella y en Las Cañas de Viana el título no se ha estrenado y parece que tampoco lo va a hacer en un futuro.

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