Los que en el año 1976 todavía no habíamos
nacido sólo conocemos los incidentes de Montejurra por libros o testimonios de
personas que lo vivieron. Además de bucear en los escritos resultó interesante
acercarse, 37 años después, al escenario de los trágicos sucesos en el contexto
de la fiesta que los carlistas celebran todos los años a principios de mayo.
Una de las ramas del ideario, el Partido Carlista, ya no realiza los
actos en Montejurra, sino que se queda en una campa de Ayegui. Tampoco la Comunión Tradicionalista
se acerca al monte emblemático. Sin embargo, un grupo un tanto heterodoxo de
unas 30 personas asistimos a la ascensión en vía crucis y posterior misa en la
cima. Entre los presentes caras conocidas como la de Víctor Sierra, autor junto
a Pablo Larraz del mejor libro de testimonios de excombatientes de la guerra
civil que yo conozca y cuya lectura recomiendo: Requetés. De las trincheras
al olvido (2011).
Montejurra es sagrado para el carlismo desde que, el 16 de noviembre de
1835, los carlistas obtuvieron una victoria en la cumbre que permitió la
recuperación de Estella. En la segunda guerra los carlistas vencieron en
Montejurra al general Moriones el año 1873, también en noviembre, siendo ésta
la batalla más célebre de la contienda.
Ya
en la guerra de 1936 a
uno de los tercios se le denominó Montejurra, siendo el batallón más heroico
porque tuvo que renovarse mas de diez veces: pasaron 12.000 hombres por una
unidad de 850 personas. Al acabar la guerra civil se iniciaron los actos en
Montejurra para recordar a los muertos. En 1945 la Diputación Foral
de Navarra costeó la construcción de las 14 cruces de piedra que todavía hoy
conforman el vía crucis de subida y recuerdan a 14 tercios de requetés. Por
cierto, que el año que viene se quiere recordar en cada estación a dichos
tercios.
Desde 1958 los actos de Montejurra tomaron un cariz político al recoger
el descontento de los carlistas con el régimen de Franco –los condenó a la
desaparición- hasta convertirse en un acto de oposición a la dictadura. La
asistencia a Montejurra fue aumentando, hasta que en 1976 una facción la
emprendió a tiros contra los asistentes provocando dos muertos y varios
heridos. El gobierno, que era el primer interesado en terminar con el hasta
entonces imparable movimiento carlista, se inhibió de los hechos.
El
otro día, llegando a la cima, unas piedras formaban una sencilla cruz adornada
con flores silvestres. El grupo se detuvo y recordó a Ricardo García Pellejero
en el lugar donde fue asesinado. Durante la celebración, el capellán desmintió
unas recientes acusaciones de profanación que supuestamente ocurrieron en la
misa del fatídico 9 de mayo del 76. Y es que aún habiendo transcurrido casi
cuatro décadas, la impresión que obtuve en Montejurra fue que aquellos hechos
abrieron en el carlismo unas heridas que lo marcaron para siempre. El otro
elemento que en poco tiempo acabará, si nadie lo remedia, con esta tradición
son los años que ya pesan entre los asistentes. El Museo del Carlismo bien
podría dar impulso a este sencillo acto de vivos testimonios del pasado. Por
qué no tomar el relevo y aprovechar para contarnos la historia y sus orígenes
sobre el terreno.
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