Ha caído en mis manos una joya literaria
nacida en Tierra Estella, pero que por su contenido trasciende los límites
forales. Se trata de la historia de Fabián Amador Jiménez, mas conocido como el
gitanico de Allo.
Aparentemente, la vida de Fabián Amador fue como la de cualquier gitano
de su época. Nacido en 1936 en una humilde casa de la calle San Pedro de Allo,
Fabián al igual que su padre y sus hermanos, se dedicó al trato de ganado en
las ferias de Navarra, Álava y La
Rioja. La cojera que Fabián arrastró desde los nueve meses no
le impidió recorrer Tierra Estella buscando sotos donde hubiera buenas
mimbreras para hacer sillas, forrar garrafones y fabricar cestas para venderlas
y ganarse así la vida bajo el chistoso lema “Se venden sillas y se echan culos
a las viejas”.
El
tesoro que escondía el gitanico de Allo fue descubierto, casi por casualidad,
cuando Fabián Amador era ya un anciano de la residencia Santo Domingo de
Estella. Dos recopiladores del folklore riojano, Javier Asensio y Helena Ortiz,
encontraron en la mente de Fabián Amador un gran repertorio de antiguos cuentos
y leyendas transmitidos oralmente durante generaciones. El hecho de que Fabián
Amador fuera analfabeto contribuyó a aumentar su capacidad narrativa. Al fin y
al cabo, el de la narración es un arte que hoy lo hemos perdido por la
costumbre de leer y no contar cuentos a los niños.
De
todas las historias narradas por Fabián, destaca por su valor la de Bernardo
del Carpio, un héroe de la épica española. Sus aventuras son muy conocidas
entre gitanos andaluces y judíos sefardíes de Marruecos. De ellas se hizo eco
Lope de Vega en el siglo XVII y las migraciones gitanas las extendieron por
toda la península. La tradición gitana siempre ha viajado de manera autónoma en
el tiempo y por eso la leyenda de Bernardo, forjada en la Edad Media , ha llegado
hasta nuestros días por boca de un vecino de Allo.
Bernardo del Carpio era hijo ilegítimo de doña Jimena, hermana del rey
de Oviedo Alfonso II, y del conde de Saldaña. A causa de su pecado, la madre
fue encerrada en un convento y el padre en una mazmorra. Bernardo, criado en la
corte del rey, al enterarse de quién era su padre fue a liberarlo, pero acababa
de morir. Entonces, cogió el cuerpo de su padre, lo llevó junto a su madre y
obligó a que se casaran.
En
la chimenea de aquel hogar de Allo, durante las largas noches de invierno entre
patatas y castañas asadas, el padre de la prole sentado en el único sillón de
la cocina despertó la imaginación de Fabián con historias sobre gigantes,
bandidos, duendes y personajes como Carlomagno, Roldán y los Doce Pares de
Francia.
Fabián Amador falleció en el otoño de 2006, tan sólo diez días después
de haber terminado de relatar sus cuentos maravillosos. Aunque a veces sea
rozando el límite, hay viejos relatos que se resisten a morir.
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