Arellano es un pueblo muy peculiar en cuanto a la
disposición de su caserío. Es habitual que muchas localidades de Tierra Estella
tengan algún barrio físicamente delimitado. Pero en Arellano esta separación
divide por la mitad a la villa dejando dos núcleos de población perfectamente
diferenciados en su urbanismo y topografía.
De una parte, el
Barrio Alto con trazado medieval y calles estrechas y sinuosas. Por otra parte
el Barrio Bajo, en zona llana, que a nivel popular le apodaron “Arellana”. La
unión entre ambos barrios se produce en un terreno “de nadie” donde hay una
fuente, frontón, bar y ayuntamiento. A la plaza de Arellano bien la podemos
comparar con la consistorial de Pamplona, terreno baldío en donde se unieron
los antiguos burgos de la ciudad.
En la zona alta
del pueblo se encuentra una antigua torre atalaya. Es un edificio macizo de
cantería, construido en el año 1100 en estilo románico y que sigue los típicos
modelos de torres defensivas que articulaban los lienzos de las murallas, cuyo
ejemplo más cercano se encuentra en el cerco de Artajona. Parece que esta torre
debió de servir más para la vigilancia que para la defensa, y por su
emplazamiento y dimensiones no tuvo carácter residencial. Algunos sillares de
la puerta de acceso fueron arrancados y expoliados por desconocidos, pero
afortunadamente en el año 2004 se hizo una cuidada restauración del edificio.
Arellano
perteneció desde muy antiguo a un sobrino del rey Sancho Ramírez. Sus
herederos, los Ramírez de Arellano, ejercieron señorío sobre la villa durante
decenas de generaciones, al menos desde 1351 (Juan Ramírez de Arellano) hasta
1723 (Veremundo Ramírez de Arellano). Estos Ramírez de Arellano residían en un
soberbio palacio de cabo de armería.
En las últimas
semanas dos noticias sobre Arellano atrajeron la atención de los medios. El
Gobierno de Navarra declaró a la torre Bien de Interés Cultural, una categoría
que garantiza su protección en el futuro. Y el Consorcio Turístico de Tierra Estella
premió en su concurso de embellecimiento la restauración del palacio de cabo de
armería, hecha por Pablo Arrastia.
Para los numerosos turistas despistados que todavía llegan al casco urbano de Arellano buscando la villa romana de Las Musas, estos edificios aplacarían su decepción si estuvieran mejor señalizados. El visitante también podría ver las valiosas pinturas de la parroquia de San Román y la ermita de Unzizu. Y es que no todos los pueblos pueden presumir de conservar tan bien su patrimonio.
Para los numerosos turistas despistados que todavía llegan al casco urbano de Arellano buscando la villa romana de Las Musas, estos edificios aplacarían su decepción si estuvieran mejor señalizados. El visitante también podría ver las valiosas pinturas de la parroquia de San Román y la ermita de Unzizu. Y es que no todos los pueblos pueden presumir de conservar tan bien su patrimonio.
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