El futuro del Palacio de Igúzquiza 28/12/12

    Acaba de conocerse el enésimo proyecto hotelero para un edificio histórico de la comarca. En esta ocasión se trata del palacio de Igúzquiza. Se quiere habilitar en esta antigua casa un hotel con una veintena de habitaciones que ofrecería entre sus servicios el primer campo de golf de Tierra Estella.
   Lo cierto es que el palacio y su entorno natural, rodeado de numerosas encinas centenarias, convierten el lugar en un sitio privilegiado para un establecimiento de este tipo. Como en otros casos –palacios de Galdeano, Dicastillo, de la calle Chapitel de Estella y de viejas harineras- la iniciativa privada enfocada a la hostelería es una buena salida para la recuperación y puesta en valor de unos edificios que, de otra forma, estarían abandonados, hundidos o en ruinas.
    El palacio de Igúzquiza tiene su origen en una familia de hidalgos o caballeros pertenecientes a la nobleza rural de la comarca: los Medrano. Se cuenta entre las leyendas populares que el origen de este apellido está en las continuas preguntas que dirigía el rey a uno de sus caballeros, sobre si crecía o no un vástago recién nacido: ¿Medra o no? El caso es que los Medrano obtuvieron gran favor de los reyes de Navarra cuando fueron nombrados alcaides del castillo de Monjardín, con las buenas rentas que esto suponía. Casualidad o no, la sombra de Monjardín cubre justamente el palacio de Igúzquiza en el atardecer del solsticio de invierno.
    En la invasión castellana los Vélaz de Medrano se mantuvieron fieles a los reyes navarros y el coronel Villalba tuvo que hacerse con la casa, de la cual decía “es algo fuerte”. Al poco tiempo se les restituyó la posesión a los Medrano quienes también gozaban de asiento en las Cortes de Navarra dentro de la considerada nobleza más antigua. En el siglo XVII se perdió la varonía del linaje -el apellido- y un siglo después aparece como poseedor José de Elío y Ayanz, marqués de Vesolla. Con el marqués fueron muy sonados los incidentes por las preeminencias en la iglesia. Tan grande fue la disputa, favorable al marqués, que bien entrado el siglo XIX todavía estaban colgadas en la iglesia de Igúzquiza banderas, trofeos militares, espuelas y velones como los que el cura del pueblo llegó a romper con sus manos cuando profería graves ofensas contra el marqués.
    El tiempo nos dirá en los próximos meses si a este palacio le ha llegado de verdad la hora de remozar sus antiguos muros. Y si esto contribuye a la necesaria mejora de las infraestructuras hoteleras en Tierra Estella, mejor todavía. Porque qué hermosa es la estampa de una noble casona restaurada y qué anodinas sus imitaciones, con escudos incluidos, por no hablar de los adosados que alteran la fisonomía tradicional de nuestros pueblos.

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